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Édixon Perea, Jhon Charría, Juan Carlos Escobar, Luis Ómar Valencia y Jong Viáfara, entre otros, son nombres familiares para los hinchas.
No hace mucho figuraban en sus equipos como estelares, cumplieron el sueño que la mayoría jamás pudimos: jugar al fútbol profesional.
Hoy, al igual que un puñado de compañeros de ellos, están sin trabajo. Entrenan para mantenerse en forma y esperan una nueva oportunidad. A diferencia de otros afortunados, no tienen empresario y ya no piensan en ir a Europa; simplemente quieren seguir ganándose la vida haciendo lo que más les gusta: jugar.
Son los miembros del equipo de jugadores sin contrato de Acolfutpro, agremiación de futbolistas colombianos, que acaban de quedar subcampeones del torneo latinoamericano de Fifpro, asociación de jugadores de todo el mundo, avalada por la Fifa, en Cancún, tras perder en la final con México. Ellos permanecen en su lucha.
Los titulares de prensa siguen siendo para Falcao y James, pero hay que anotar que son pocos los que pueden contar esa historia feliz. Por cada futbolista millonario que hay en el planeta, hay otros mil que se ven a gatas para subsistir, como es el caso de los héroes de Cancún.
A pesar de que la situación ha cambiado positivamente para los jugadores de fútbol en los últimos años, gracias a estas agremiaciones que han logrado que puedan vivir bajo las condiciones dignas de cualquier trabajador y bajo las circunstancias que la ley exige, todavía es mucho lo que hay por hacer.
Por ejemplo, si los miembros de este particular equipo no consiguen en el futuro inmediato equipo para jugar, verán cómo sus carreras habrán terminado más temprano de lo que esperaban y tendrán que improvisar en alguna otra actividad.
A los treinta y tantos años, edad promedio de estos hombres, cualquier persona está en la plenitud en su oficio, pero en cambio ellos están retirándose, entrarán a un mundo laboral en el que a esa edad ya son “viejos” para comenzar.
La cosa sería diferente si los jugadores de fútbol, además de llegar a ser profesionales de este oficio, contaran desde niños con un plan B para el retiro que incluyera un nivel educativo alto, capacitación para el manejo del dinero y orientación para llevar de la mejor manera el éxito, y el fracaso. Aunque cada vez son más los que de manera autodidacta le dan buen uso a lo que ganan en sus cortas carreras, debería ser requisito para los equipos y sus divisiones menores proveer a los jugadores con esta capacitación. Los dueños del negocio hoy sólo persiguen llenar sus bolsillos a través de transacciones como si los futbolistas fueran mercancía. Es hora de pensar en la parte humana de quienes domingo a domingo nos brindan tantas alegrías. Por ahora, aplausos para los héroes de Cancún.
