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James, el resistido imprescindible

Antonio Casale

08 de septiembre de 2025 - 06:00 a. m.

El jueves pasado, James Rodríguez alcanzó un hito que retrata mejor que cualquier discusión lo que ha sido para la selección: se convirtió en el colombiano con más partidos jugados en la historia de las eliminatorias (55) y en el máximo goleador del país en esa competencia, con 14 tantos. A eso súmele que fue goleador del Mundial de Brasil 2014, algo que difícilmente se repetirá. Quizá no hemos dimensionado lo suficiente lo que significa que un colombiano haya sido máximo artillero de una Copa del Mundo.

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Después del partido, salió a la cancha del Metropolitano, se quitó los guayos y se quedó solo, descalzo, en medio de ese campo que tantas veces fue su escenario. Fue un ritual silencioso, íntimo, una manera de despedirse de Barranquilla como plaza eliminatoria. A sus 33 años, difícilmente volverá allí en ese contexto. Y lo hizo a su manera: sin discursos ni cámaras de más, con gratitud.

La pregunta es por qué, pese a todo lo que nos ha dado, James sigue siendo resistido en ciertos sectores. ¿Qué nos pasa como país para que nos cueste tanto valorar a quien, a todas luces, está entre los más grandes de nuestra historia? Nos pasa seguido: admiramos al crack, pero lo abrazamos con reservas. Nos deslumbra su zurda, pero nos incomodan sus silencios, sus gestos, sus bajones.

Es verdad, James no ha sido perfecto. En Rusia 2018 apenas pudo jugar porque estaba lesionado, y en el camino a Catar 2022 fue el último en rendirse con Reinaldo Rueda, cuando la clasificación se escapaba entre las manos. Pero ¿qué crack no tiene baches? Lo que ocurre es que a él se le ha cobrado todo más caro, como si nos incomodara que un colombiano haya sido portada mundial con el Real Madrid y que durante años estuviera en el top de los mejores diez futbolistas del planeta; como si nos molestara ver a uno de los nuestros tan arriba.

Lo cierto es que, incluso resistido, James siempre ha estado. En la eliminatoria actual, con Lorenzo, recuperó protagonismo y volvió a ser vital. Su zurda sigue intacta, su lectura de juego es insustituible. Habrá jóvenes más veloces y más adaptados al fútbol moderno, pero pocos con su capacidad para cambiar un partido con un solo toque. Al final, quizás el problema no sea James, sino nosotros.

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Nos cuesta reconocer a los que nos representan en grande. Nos pasó con Valderrama, Rincón, Higuita e incluso con Falcao. Queremos ídolos, pero a medias. Nos emocionamos con el talento, pero resistimos al símbolo. El día en que James ya no esté, cuando ya no tengamos ese toque suyo que abre partidos imposibles, seguro nos daremos cuenta de lo mucho que significó. Ojalá no sea tarde para agradecerle —en la cancha, en vida, en esta eliminatoria— lo que ya es una carrera de leyenda.

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