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James Rodríguez

Antonio Casale

25 de enero de 2016 - 08:06 a. m.

Durante el mundial juvenil de Colombia en 2011, en medio de una actividad con uno de los patrocinadores de la selección nos llevaron a James Rodríguez para que hiciera el programa de radio con nosotros. Unas 200 personas estaban en el lugar.

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En el momento de sentarse en la mesa de trabajo percibimos su dificultad para hablar fluidamente, pero al cabo de los primeros intercambios entendimos que, lejos de ser un problema, James lo había convertido en un reto a superar.

La que iba a ser una entrevista de diez minutos, terminó siendo una charla de dos horas en la que la entonces promesa del fútbol nacional nos contó de su vida en Argentina y en Europa a tan temprana edad. La meta de llegar al Real Madrid ya estaba en su cabeza y los límites no existían en su imaginación. Sabía que su debut en la selección absoluta era cuestión de tiempo. Se moría por jugar en Brasil 2014. Nunca más volví a cruzar palabras con él.

Dante Panzeri, un referente de este oficio, decía que los periodistas no deben ser amigos de jugadores, técnicos, directivos o aguateros. Guardar una distancia prudente mientras estén en actividad es una buena manera de respetar los roles y mantener cierta independencia para opinar.

Hoy James sigue asumiendo el reto de ser quien habla en las ruedas de prensa de la selección, un poco por liderazgo y otro poco para continuar afianzándose como el ganador de su lucha interna por expresarse mejor. Los retos son lo de él. En la cancha ha cumplido uno a uno sus sueños. Ahora es el 10 del Real Madrid, fue determinante en el camino a Brasil y de paso fue el goleador del mundial.

Como todos los humanos, James pasa por un momento irregular. Total, a sus escasos 24 años le han pasado demasiadas cosas y no todas son fáciles de asimilar.

Es injusto decir que se le subió la fama a la cabeza, que perdió los papeles, que es más amigo de la noche que del entrenamiento diario y que el fútbol se le embolató. Los tiempos en que nuestros mejores exponentes del deporte eran los peores ejemplos para la sociedad por fuera de su actividad, pasaron.

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Para llegar a donde él está, en tiempos cada vez más competitivos, se necesita tener una formación mental especial y lo que ha conseguido hasta ahora nadie se lo regaló. El propio James sabe que las cosas hoy no van bien y seguro trabaja para superarlo. De peores situaciones ha salido, como cuando en Banfield se burlaban cruelmente de él, siendo apenas un niño, por su manera de hablar.

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