Que los jugadores son los que definen los partidos, es una de las pocas verdades absolutas en el fútbol.
Sin embargo, para cada tipo de grupo, hay una clase de entrenador ideal diferente, y si el líder no es el indicado, pocos resultados se pueden esperar de un grupo. Imaginemos por un instante el mundo al revés. Enviemos por una semana a Jesús Barrios con una Biblia para cada jugador debajo del brazo a dirigir al Barcelona. Y traigamos a Pep Guardiola a ser el entrenador de Millonarios.
No tengo nada en contra de Kiko, por el contrario, me le quito el sombrero tras concluir que conoce como pocos la geografía nacional al haber viajado tantos años en bus con sus equipos de la B, muchos de los cuales ascendió para no ser tenido en cuenta en la A, a la hora de viajar en avión. Pero si lo situáramos en el camerino del Camp Nou seguro tendría problemas. Empezando por cómo decirle a Thierry Henry que por su nivel tiene que ir al banco. Seguro el francés estallaría en risa, tomaría sus cositas y se iría en su Audi de dotación no sin antes armar tremendo sindicato dentro del grupo. Esto sin contar las maromas que tendría que hacer para sacar del partido como lo hizo Guardiola la semana pasada, a Messi y a Ibrahimovic sin que le pierdan el respeto.
Pero el panorama sería menos alentador para Guardiola. Tal vez ni siquiera fuese capaz de aguantar el viaje en bus destartalado a Ibagué con un casete sonando salsa cristiana a todo volumen en los parlantes Sanyo. ¿Cuál sería su cara al saber que la concentración se hace en la casa de uno de los dueños del equipo, quien a su vez se sentará con él, al son de una aguadepanelita con limón a definir la formación titular del domingo? Supongamos que un día, después de haber pinchado su Reanult 18 de dotación saliendo de su casa en Cedritos, el Míster llegue enfadado e entrenamiento y lo reciba Robayo, el capitán del equipo, con la mala nueva de que ese día no entrena el equipo porque hace bastantes meses que no les pagan. ¿Se imaginan su reacción? Seguro se iría directo a tomar el primer vuelo que saliera del aeropuerto rumbo a Barcelona.
Seguro que Guardiola no sería el mismo si le cambiaran a Ibrahimovic por Boyero, o a Messi por Arrechea. En ese caso, si él no se va a la quinta fecha sumido en una tremenda depresión, lo echan a microfonazo limpio quienes hoy se deleitan con el fútbol del Barcelona .Guardiola no sería nadie sin los jugadores que tiene, sin las cualidades técnicas y físicas. Es de reconocer que tiene manejo de grupo y liderazgo para ese tipo de personas, su fútbol de posesión y progresión se impone gracias a la materia prima con la que cuenta, pero en Colombia, con estas canchas, y estos jugadores, sería una versión agrandada de Cabrero. De la misma manera, los jugadores del Barcelona no serían lo mismo sin el liderazgo de Guardiola.
El fútbol lo definen en la cancha los jugadores, pero para cada categoría de equipo hay una raza distinta de entrenador. Y si ahí no se elige bien, el fracaso estará muy cerca. Por eso es importante que la Federación no se equivoque en la escogencia del técnico para la selección, porque la mentalidad de los jugadores ha cambiado mucho en los últimos años, y no necesariamente lo que antes funcionaba, hoy vuelva a ser exitoso.