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Por primera vez en diez años un equipo colombiano clasificó a la final de un torneo continental. Nacional definirá la Copa Sudamericana con River.
Es normal que muchos hinchas de otros equipos no se sientan representados por el equipo verde, como lo es que a otros les importe poco y que algunos otros sientan que Nacional es Colombia.
Lo cierto es que, independientemente del resultado, los últimos años de gestión del equipo paisa debería marcar el camino por parte de otros equipos grandes que parecen dormidos ante el avasallante dominio de los verdes.
Alguno dirá que detrás de todo está el poderío económico de la Organización Ardila Lülle, propietaria de Nacional. Lo cierto es que a los demás grupo económicos poderosos del país no les es ajeno el fútbol, En México, por ejemplo, cada grupo económico es dueño de tres o cuatro equipos; lo que pasa es que los propietarios de los grandes en Colombia no quieren soltar su gallinita de los huevos de oro, pero tampoco tienen el músculo necesario para invertir.
Aún así, lo de Nacional no ha sido la danza de los millones. Ha sido consecuencia del buen ojo para contratar, comenzando por Osorio, que a punta de trabajo se ha encargado de callar a sus críticos, quienes en últimas no es que sean enemigos del santarrosano, sino que son amigos del sistema, ese que a pesar de la evidencia, se niega a cambiar.
La importancia de un verdadero líder a cargo de un equipo grande en un medio como el colombiano la representa Osorio. En Colombia, por mucho dinero que se tenga, no hay con quién romper el mercado. Salvo contadas excepciones, el nivel de los jugadores, es parejo. Osorio ha logrado maximizar las virtudes de jugadores venidos a menos antes de llegar a Nacional, como Cardona y Sherman. Gracias a su tan criticada rotación, les ha dado posibilidad de debutar y jugar partidos a jóvenes que han terminado por marcharse al exterior, asegurando que la empresa sea autosostenible, demostrando a su vez que un equipo puede ser legalmente rentable. Esto no le ha gustado al sistema establecido en el fútbol, que todavía es escenario en varios casos de lavado de dinero y otras tantas actividades non sanctas.
Ojalá en un futuro los dueños de los clubes grandes sean los grupos económicos poderosos. Sueño con el día en que tengamos muchos Osorios, tipos con el planeta en la cabeza, dirigiendo en Colombia. Quiero que en Millos, Cali, América, Júnior y otros más que están perdidos en su historia, entiendan que es hora de cambiar la estrategia.
MUCHA BOLA
