La joya de la corona

Jackson Martínez es la joya de la corona del fútbol colombiano. Sus goles convertidos siempre en momentos importantes, al igual que su potencia y su capacidad de resolver, han hecho de él lo que es hoy.

Su equipo, el Medellín, lo ha sabido llevar poco a poco. Le tuvieron paciencia y los entrenadores siempre le dieron la oportunidad aun cuando la hinchada lo rechazaba porque su juego no explotaba.

Hoy, el jugador más importante de nuestro fútbol ha sido transferido a la insignificante liga de Corea. Sí señores, al balompié asiático. Un campeonato  prácticamente desconocido, que es invitado habitual de los mundiales, pero su nivel interno no presenta importancia alguna frente a las grandes federaciones del mundo.

No conozco al primer jugador que haya pasado del fútbol de Corea a un equipo importante de Europa. No puedo decir que el Medellín —que necesita la plata— hizo mal. Tampoco el jugador, quien tiene que asegurar su futuro y el de su familia. Lo que no está bien es el fútbol colombiano.

Este negocio es un espejo claro de nuestra realidad. Mientras hace quince o veinte años Faustino Asprilla saltaba directamente a Italia, Adolfo Valencia se iba a Alemania o Carlos Valderrama a Francia, hoy Jackson lo hace a Corea. Algunos dirán que Martínez no es ni media pierna de El Tino y podrán tener razón, pero si eso es así, algo definitivamente está fallando en la formación de talentos.

La joya de la corona era de oro en los noventa. Hoy apenas es de hojalata. Mientras tanto los directivos venden rapidito para mitigar la crisis económica. Apagan incendios, son cortoplacistas y se ponen contentos porque todo está bien. Nadie más ciego que el que no quiere ver.