Nairo Quintana, Rigoberto Urán y compañía le dieron a este golpeado país una gran felicidad.
Son ejemplo de que los sueños, por imposibles que parezcan, se pueden lograr y, lo más importante, por el camino éticamente correcto.
En tiempos electorales, en que los políticos utilizan todo tipo de mañas para lograr sus objetivos, es bueno que la gente pueda comparar lo hecho por los mal llamados padres de la patria con lo realizado por nuestros ciclistas. Las buenas maneras utilizadas por estos últimos deberían servir como ejemplo para los primeros.
A Nairo le molesta que le digan que es hijo de la pobreza, porque no lo es. Sus padres se ocuparon de que nunca le faltara nada, lo apoyaron en sus sueños y con eso bastó. El resto ha sido sacrificio, disciplina, constancia, sencillez.
Nunca en este Giro se le vio, cuando las cosas no fueron bien por consecuencia de una infección en las vías respiratorias, excusándose en la enfermedad que sufrió. Por el contrario, supo callar, dosificarse. Tampoco en la victoria hizo alarde de su condición. A pesar de que durante la última semana se le vio sobrado, el boyacense daba muestras de simplemente haber cumplido con un día más en la oficina. No más bajarse del podio el domingo ya hablaba de su próximo objetivo, ganar el Tour de Francia en 2015. Con Colombia, a pesar de lo poco que recibió de un Estado que suele acordarse de sus deportistas solamente en los buenos momentos, se muestra agradecido, sobre todo con la gente. Total, nosotros ya estamos acostumbrados a hacer nuestra vida a pesar de Colombia y no gracias a Colombia, como bien lo dicen mis amigos Nicolás y Martín.
El caso de Rigoberto es igualmente ejemplar, porque la verdadera grandeza se conoce en la derrota. Lejos de entrar en discusiones en las que pudo inmiscuirse por la polémica aquella de la neutralización de la etapa en la que perdió el liderato, prefirió mantenerse al margen. Intentó recuperar el liderato en la contrarreloj y no pudo. Sucumbió ante la superioridad de su compatriota, pero al mismo tiempo competidor. Sin embargo, su capacidad para asumir la adversidad es asombrosa. Las palabras de elogio para su verdugo fueron honestas. Urán, un hombre que superó el asesinato de su padre a manos de paramilitares, sabe perfectamente que los golpes de la vida, por mucho que reneguemos, no son más que circunstancias que nos deben servir como herramientas para evolucionar y no para tomar venganza.
Da gustó ver cómo la Colombia de la calle se sintió tan feliz por cuenta de nuestros ciclistas. Pero da más gustó ver que los sueños se pueden cumplir haciendo las cosas bien, en el marco de la ética de la responsabilidad. A diferencia de los letrados candidatos a la Presidencia, Nairo y Rigoberto demostraron que también utilizando buenas maneras se pueden lograr los sueños.