Hace unos años en Colombia era usual que al comenzar la temporada la gente se entusiasmara por ir a ver a su equipo amado. La motivación era observar por primera vez a los refuerzos que llegaban. Al menos uno o dos por equipo eran verdaderas estrellas.
Todos contaban con nombres taquilleros. Así como uno ahorraba para ir a ver a una estrella de rock, lo hacía para ver a los referentes del balón. En Millos, por ejemplo, recuerdo haber visto el debut de Vivalda, Van Tuyne y López en el 82. Lo mismo podrán decir los de Santa Fe sobre Navarro Montoya, Perazzo o Gottardi. Pasaba en todo el país. Los equipos eran orgullo de su ciudad.
Es cierto que eran tiempos en que el narcotráfico permeó la estructura del fútbol y casi ningún equipo fue ajeno a la presencia de sus dineros, representados en estrellas rutilantes. Pero también lo es que en la década del noventa, después de la oscuridad y en plena crisis, los equipos invertían en jugadores jóvenes y también los convirtieron en ídolos. En América no olvidarán nunca a Frankie Oviedo o a Fabián Vargas, en Millonarios al “Gato” Pérez, a Osman López o al “Muelas” León, y en Nacional a Higuita y a Aristizábal.
Ahora es distinto. Los buenos jugadores jóvenes duran un semestre, o a lo sumo un año, y se van al exterior, si es que no lo han hecho antes de debutar como profesionales. Los extranjeros que llegan no producen ningún sentimiento porque vienen con pocos pergaminos. Sus carreras las han desarrollado en segunda división de Argentina o en algún equipo chico de Uruguay. Hay otro grupo de jugadores de nivel irregular que nunca salió del país porque sus condiciones no se lo permitieron y engrosan el reciclaje entre clubes. Otros son jóvenes que probaron suerte en Centroamérica o en Perú y están de regreso. Los nombres de los jugadores de la liga, en general, no convocan.
Son pocos los clubes que se preocupan por mantener su base por un tiempo considerable, traen figuras, se esfuerzan por repatriar colombianos estelares que todavía estén en buen momento o presentan jugadores de la cantera y esos sí, aunque duren poco, hacen parte del corazón de la gente.
El fútbol colombiano pasa por el mejor momento económico de su historia gracias a la gestión de la dirigencia, que ha hecho buenos negocios por derechos de TV y patrocinios. Sin embargo, en más de la mitad de los 20 clubes no se ve que esa plata esté siendo invertida en el fútbol como espectáculo. Unos sólo quieren exportar jugadores, otros se meten la plata al bolsillo y otros ingenuos no saben lidiar con empresarios. Lo cierto es que han pasado dos fechas y, aunque muchos amamos a nuestro fútbol, la sensación es que no hay muchas estrellas para ver.