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Lo bonito del fútbol

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Antonio Casale
01 de noviembre de 2011 - 11:00 p. m.
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La semana que pasó me recordó que el fútbol, lejos de ser un deporte, es vida en su más puro estado.

En medio de un mundo que camina tan de prisa, que sólo se detiene para evaluar resultados, que se limita al frío análisis de los números y se entrega al pragmatismo, existe un juego que une corazones y logra que desconocidos se fundan en abrazos de victoria. Dos equipos capitalinos lograron, en dos noches distintas, eso y mucho más.

Jugaban Santa Fe y Botafogo por la Copa Suramericana. Con mi amigo Yamid Amat Serna, reconocido hincha del equipo cardenal, decidimos invitar a su padre, Yamid, a nuestra transmisión de radio. Minutos antes de que comenzara el partido, el hijo bajó al palco donde se encontraba su padre para recogerlo, por lo que comencé relatándolo sin ellos. Jamás imaginé que en esos ocho minutos me correspondiera, por primera vez, en estos 14 años de oficio, relatar dos goles de Santa Fe. Sin embargo, ahí estaba yo, narrándolo, amando más que nunca a mi Millos, pero compartiendo con mis amigos, porque el fútbol todo lo logra.

El resto de esa noche no fue menos grato, compartir micrófono con uno de los más grandes de la historia de la radio en Colombia fue un sueño cumplido. Y más allá de eso fue emocionante verlos a los dos saltar, gritar y cantar jubilosamente los goles de su equipo, olvidando por un momento los códigos del oficio, porque antes que el periodista, siempre hay un hincha.

Capítulo aparte merece la obtención del título por parte de Millonarios. Apenas un año después de arreglar la parte institucional, los hinchas del equipo festejamos muy felices la victoria de un campeonato que, aunque no tiene la importancia de la liga, sí termina con tanto tiempo de sequía y ansiedad.

Lo cierto es que la salida del estadio fue inolvidable en cuanto a lo que el fútbol puede lograr. Personas abrazándose; otras, aun sin conocerse, compartiendo una sonrisa y un apretón de manos. Se olvidó por un momento que la mayoría del tiempo nos la pasamos metidos en nuestra propia burbuja, en el súmmum del egoísmo, en la trascendencia de lo intrascendente. Miles de hinchas menores de 30 años sintieron por primera vez lo que es coronarse campeones. Otros, que iban por primera vez al estadio, supieron realmente lo que es amar, tras ver la entrega, el sufrimiento y el cariño incondicional y desinteresado de miles de seres humanos, que por fin veían recompensado tanto sentimiento por los colores del equipo amado.

Por último, quiero reseñar con especial agrado la alegría que me produce que el maestro de maestros del periodismo deportivo en Colombia esté llegando al final de su proceso de recuperación. Larga vida al doctor Peláez, que el viernes recibirá el título de periodista honoris causa en la Universidad Autónoma de Barranquilla, y quien nos sigue dando clases de periodismo y, sobre todo, lecciones de vida.

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