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Lo que transmite Lillo

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Antonio Casale
24 de febrero de 2014 - 04:00 a. m.
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Dictar sentencia sobre el proyecto de Juan Manuel Lillo como entrenador de Millonarios sería irresponsable y prematuro. A la luz de los fríos resultados y del funcionamiento, el equipo es una montaña rusa.

Algunos partidos han resultado particularmente bien jugados, curiosamente los que la gente quiere más ganar, frente a Independiente Santa Fe y Atlético Nacional. Otros han sido un verdadero desastre deportivo. Pero ya se pueden sacar algunas conclusiones.

Lo primero es que Lillo sabe de esto, en lo teórico, en lo práctico y en lo filosófico. Esto ya se ha demostrado. El español trae ideas refrescantes al fútbol colombiano y eso ya es ganancia. Algo parecido sucedió cuando llegó Juan Carlos Osorio con su estilo inglés a Colombia. Muchos lo tildaron de “recreacionista” y se burlaban de su método. Total, en Colombia tenemos la mala costumbre de creer que nos las sabemos todas.

Hoy Osorio cuenta con cinco títulos en el fútbol colombiano, entre ellos tres de Liga. Afirmar que lo de Lillo será igual de exitoso a lo de Osorio sería un disparate, pero cierto es que trae ideas nuevas que valen la pena analizar.

La presión alta, asfixiando al rival en su salida, aun arriesgando la retaguardia, no es una novedad en el fútbol colombiano, de hecho ya en Millonarios el técnico Richard Páez la había practicado. Lo que sí es novedoso es la manera como se está trabajando esta fórmula en Millonarios. Desde lo mental, pues es un mecanismo que requiere máxima concentración, hasta la manera como se hacen las repeticiones.

Es un sistema que depende como ningún otro de la manera como los jugadores lo interpreten. En él, los volantes son determinantes porque deben tener buen pie para manejar el balón y ser lo suficientemente fuertes para arrebatárselo al rival. Asimismo, los movimientos deben ser lo suficientemente coordinados para que el regreso, cuando se pierda el balón, sea efectivo. Tal vez esta última sea la materia que requiere más mejoras.

Pero las cosas buenas de Juan Manuel Lillo van más allá de la manera como entiende el fútbol. Lo que transmite es altamente positivo para este deporte en un país donde un partido se ha convertido en vida o muerte. El técnico español se toma la vida como debe ser, con profesionalismo pero al mismo tiempo con alegría y desparpajo. Es un hombre capaz de quitarse cualquier tipo de presión, en una institución en la que la presión es pan de cada día. Esto se lo transmite a sus jugadores, que están felices con él como jefe, a la afición que poco a poco se enamora de sus maneras abriendo un compás de espera necesario para su proyecto y hasta a la prensa, pues sus ya célebres frases les entregan una nota amable y diferente a nuestros espacios.

El éxito de Juan Manuel Lillo dependerá de los resultados, es verdad, ojalá se le den, por el bien de un fútbol que necesita menos trascendentalismos.

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