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Después de la extraordinaria actuación de las selecciones femeninas de Colombia en este ciclo de cuatro años, hay que buscar la manera de evolucionar, sacar conclusiones, definir oportunidades de mejora y seguir adelante con determinación. La sub-17 fue finalista en el mundial, en el sub-20 hizo los cuartos de final y alcanzó la misma fase en la categoría de mayores, siendo este su mejor resultado histórico.
Lo primero es que hay que fortalecer la cultura de este deporte en la rama femenina en el país. Este tipo de logros hacen que se cree un espejo sobre el cual las nuevas generaciones se pueden mirar y animar a emular lo logrado. Hay que ir con más decisión a colegios, parques públicos, canchas de barrio y otros escenarios a buscar talentos y estimular la práctica del fútbol. No todas, ni siquiera la mayoría, llegarán a ser futbolistas pero el hecho de poder formarse a partir de valores como solidaridad, trabajo en equipo, sacrificio en pro del colectivo, disciplina, habilidades comunicativas y otros tantos puede resultar determinante a la hora de soñar con un país integrado por mejores personas.
Fortalecer la cultura deportiva también es dejar de comparar el fútbol femenino con el masculino. Para elogiar a unas no es necesario despotricar de otros. No se puede establecer ningún tipo de comparación porque son dos competencias distintas. Los componentes del deporte de alto rendimiento son lo físico, lo mental y lo técnico. En los tres aspectos hay diferencias considerables entre unos y otras. No es mejor ni peor, simplemente distinto.
La Federación lo hizo bien esta vez. La preparación fue la ideal en todas las categorías. Hubo scouting, ciclos estratégicamente pensados de preparación, partidos amistosos de alto nivel y las jugadoras recibieron lo necesario para no tener que preocuparse por nada más. También se consiguieron sedes para la Copa América y el mundial sub-20 del próximo año. Quizá valdría la pena revisar la gestión del profesor Nelson Abadía, quien a pesar de todo logró los objetivos. Es difícil reprocharle su demora a la hora de hacer los cambios o su excesiva tranquilidad cuando los resultados son evidentes. Ahora, si se quiere dar un salto de calidad se podría pensar en otro perfil.
Pero la tarea más importante está en las manos de la Dimayor. Con estos resultados y la manera como el ambiente positivo que rodeó a la selección se sintió en todos los ámbitos de un país convulsionado, la agenda de reuniones comerciales para vender los patrocinios de una liga profesional que dure un año debería estar llena. Hay que aprovechar la cresta de la ola para lograrlo. Es que una verdadera liga profesional sería el verdadero sello de la evolución.
