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Para cambiar el rumbo cuando se va por el camino equivocado lo único que se necesita es innovar; es decir, hacer cosas diferentes para obtener resultados diferentes. Pero los directivos —los verdaderos dueños del fútbol, como lo recalcó Ramón Jesurún hace un par de semanas—, contrario a lo que la evidencia demuestra, creen que van por el sendero correcto. Tal vez por eso siguen tropezando en los mismos huecos de siempre.
El recorrido rumbo al fracaso que representa la eliminación al Mundial de Catar comenzó cuando se le encargó a Arturo Reyes, entrenador de la selección sub-20 de entonces, la selección de mayores para que asumiera algunos partidos amistosos. Todo mientras se definía el futuro de Pékerman, más allá de que todos sabíamos que lo iban a sacar, como efectivamente sucedió. Se perdió tiempo con miras a iniciar el proceso rumbo al mundial. Diez meses, los que pasaron entre Rusia 2018 y el momento en que nombraron a Queiroz para comenzar el nuevo ciclo. El resto de la historia ya la conocemos todos, menos, naturalmente, los directivos, quienes, siendo los mismos, comienzan el nuevo ciclo cometiendo el mismo error. Héctor Cárdenas, entrenador del equipo sub-20, será el encargado de convocar y dirigir la selección en el amistoso de junio ante Arabia Saudita en España.
En el ámbito doméstico es igual. En un deporte en el que los principales protagonistas son los jugadores, estos importan poco. Hace un año Boyacá Chicó tuvo que presentarse a jugar ante Águilas Doradas con siete futbolistas, los únicos disponibles en medio de un brote masivo de covid. La salud de los jugadores no importó. El partido se jugó ante el estupor de la gente en todo el mundo, que no podía creer tan bochornoso espectáculo. El año pasado el campeonato se siguió jugando en medio de una de las peores crisis de seguridad urbana que se recuerde en el país: el paro nacional. Ese oso monumental también se proyectó a escala internacional. Es imposible olvidar el sonido de los explosivos y los gases lacrimógenos que afectaron a los jugadores durante un partido de Júnior de Barranquilla por la Libertadores en el Romelio Martínez durante la misma época.
Pero nada ha cambiado. El sábado pasado, fiel a su costumbre de querer quedar bien con el Gobierno antes que con los futbolistas, la Dimayor decidió no aplazar el juego entre Jaguares y DIM a celebrarse en Montería, tras la solicitud del equipo de Medellín, en un ataque de sensatez, de suspenderlo para preservar la integridad de sus jugadores debido al paro armado que azota a la zona en donde se jugaría el partido. No contentos con esto, los jugadores de Jaguares se presentaron en la cancha, entonaron el Himno Nacional a grito herido, como queriendo decir que ahí no pasa nada, y ganaron los tres puntos por walkover. Esto para no recordar que la violencia en los estadios está desbordada sin que haya acciones efectivas para detenerla. Ya ni los muertos en las tribunas pesan. En definitiva, la Dimayor tiene la inmensa capacidad de superarse a sí misma en lo negativo. Desde ya tendremos que estar atentos a la próxima función, película de la cual nos sentiremos, con toda seguridad, aún más apenados de ellos, los verdaderos dueños del fútbol.
