Mientras Colombia aleccionaba en materia futbolera a Chile, los australes nos dieron un repaso de vida que nadie ha tenido a bien registrar.
El Sapito Livingstone (QEPD) fue el primer gran ídolo del fútbol de su país. Legendario portero de la selección chilena, después de su retiro se convirtió también en el máximo referente del periodismo deportivo, labor que desempeñó en radio y televisión hasta unos días antes de su muerte, a los 92 años, a pocas horas del juego entre chilenos y colombianos por la clasificatoria al Mundial.
Poco importó la derrota ante Colombia y el aniversario golpista pasó a un segundo plano, todo porque Chile estaba de luto ante la muerte del Sapito Livingstone. El país se rindió a sus pies y el homenaje póstumo significó el reconocimiento del pueblo a un hombre cuya edad y trayectoria inspiraban respeto y admiración.
Por decisión del cuerpo técnico chileno, compartida en pleno por los jugadores, el bus que los transportó rumbo al estadio monumental no llevó, como siempre, los sonidos de la música programada por el jugador Arturo Vidal, pues decidieron que el periplo se haría en silencio absoluto en honor a Livingstone. El canal de televisión para el cual trabajaba el difunto levantó su programación la noche de su muerte para emitir en directo un especial en su nombre. En directo, una a una fueron llegando las grandes glorias del deporte de ese país, todas lloraron su muerte y recordaron la importancia del personaje en la vida nacional. Entre otras cosas, reseñaron que la última vez que fue visto en público, Livingstone asistió en compañía de sus hijos a un prestigioso restaurante de Santiago, recordaron que cuando entró en su silla de ruedas, los comensales se pusieron de pie y lo recibieron con una sonora ovación en reconocimiento a su labor.
De las demás naciones hay que aprender las cosas buenas. Y de los países del sur es menester aprender el respeto, el reconocimiento y la reverencia que tienen para con los mayores. Es triste, por ejemplo, ver a viejas glorias de nuestro deporte pidiendo limosna en los alrededores de los estadios ante la indiferencia de todos.
En otras latitudes, los viejos son referentes y máximos exponentes de sus actividades hasta el final de sus días. En Colombia desechamos sus opiniones, los declaramos obsoletos y botamos a la basura su sabiduría, pobre argumento para quienes pretendemos construir un país evolucionado. Es responsabilidad de nosotros, los futuros viejos, reivindicar, reconocer y darles la importancia que se merecen a los más experimentados. Su legado debe ser aprovechado en tiempo presente; de lo contrario, estaremos condenados a repetir sus errores.