Desde el primer partido del suramericano de esta selección sub-20 de Colombia, en enero, la sensación ha sido la misma. Es un equipo al que le falta talento adelante, le cuesta construir juego ofensivo, no tiene grandes individualidades más allá de que tenga buenos jugadores, tampoco son tan ordenados en defensa, aunque casi siempre alguno salva la patria atrás. Si no es el arquero, es algún defensa central o un volante.
Desde luego que hemos visto equipos sub-20 con más talento. No se puede olvidar aquel de 1985 dirigido por Luis Alfonso Marroquín, en el que estaban Tréllez, Castaño e Higuita. El continente entero aplaudió su manera alegre de jugar y la valentía de sus futbolistas para encarar y driblar rivales. Cómo sacarnos del corazón el equipo olímpico del 92 con Asprilla, Aristizábal, Valenciano y compañía. Barrieron en el suramericano, pero en Barcelona se comieron todo lo que pudieron en la villa olímpica. Evidentemente lentos, hicieron el efímero ridículo.
Ya en este siglo los equipos juveniles de Reinaldo Rueda y Eduardo Lara nos regalaron mundiales memorables en sus categorías. Nombres como Falcao, Rodallega, Toja, Ospina, Aguilar y Zapata trazaron las primeras líneas de lo que vivimos en la década anterior. Pero había talento por todas partes. De aquel equipo local del mundial de 2011 también rescatamos la magia de James Rodríguez, Muriel, Cardona y Santiago Arias.
A todos esos equipos les sobraba talento, pero les faltaba competir. Entiéndase por competir la capacidad de no dar nada por perdido, saber que todo se puede lograr, mantenerse concentrados la mayor cantidad de tiempo posible y así reducir el margen de error.
Eso se traduce en la capacidad de solucionar problemas y obtener resultados. Esa es la gran virtud de este puñado de jugadores dirigidos por un técnico como Héctor Cárdenas, que le ha sabido tocar la tecla de encendido al fuego interior que cada uno lleva con lo difícil que es hacerlo en las generaciones modernas.
La consecuencia salta a la vista. Tres remontadas en tres partidos en el mundial para clasificarse como primeros de su grupo. Esta Colombia no es arrolladora y tal vez no produzca miedo a sus rivales, pero genera algo mejor: respeto.
Desde luego que queremos ver lo mejor de Cortés, Asprilla, Ángel y Manyoma de aquí en adelante. Ojalá puede haber más profundidad y claridad ofensiva. Lindo sería que más hombres pisaran el área contraria y que el arquero no tuviera que ser la figura siempre. Sin embargo, estos juveniles están marcando el futuro con dos palabras que tradicionalmente no se han sabido aplicar: mentalidad ganadora.