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La consecución de importantes logros por parte de los tradicionales rivales, que contrastó con la eliminación de los playoffs de diciembre para Millonarios, pintó de negro el panorama para los seguidores azules, que se ilusionaron con lo logrado en 2011 y 2012 pero pronto se estrellaron con la constante de los últimos veintitantos años: fracasos y más fracasos.
Sin embargo, los directivos parecen haber entendido que para retornar por la senda ganadora hay que hacer las cosas de una manera diferente. El primer gran logro es haber completado la nómina para la primera semana de entrenamientos. Desde que tengo uso de razón no había sido testigo de algo semejante. Aunque no parezca gran cosa, el hecho de tener a todos los jugadores desde el día cero supone para el técnico Rubén Israel, que así lo ha reconocido, una ventaja en términos de compenetración del grupo, transmisión del mensaje táctico y motivación. Diego Simeone destaca en su libro El efecto Simeone. La motivación como estrategia que su primera exigencia al llegar a un club es tener la nómina completa antes de comenzar pretemporada, porque es la primera semana de trabajo la que define si un equipo que quiere ser ganador se va a comportar como tal durante el resto del año. El hecho de que los nuevos estén junto a los antiguos desde el comienzo construye una dinámica de integración que logra que el objetivo individual y el colectivo sean el mismo.
Lo segundo para destacar es la manera como se buscaron las contrataciones. La mayoría de los refuerzos son jóvenes menores de treinta años con buenas condiciones y cientos de partidos como profesionales, con la experiencia suficiente para asumir el reto de sus vidas y con hambre de gloria. Se armó un equipo de obreros, sin nombres rimbombantes pero prometedores, porque con el dólar a más de tres mil pesos es muy difícil aspirar a traer un jugador mediático de buen presente.
Queda pendiente la reorganización de las divisiones menores. El día en que Millonarios pueda extraer jugadores de la cantera en vez de ir a buscarlos a otros equipos se reducirá el riesgo, se convertirá en vendedor al exterior, entrará más dinero a las arcas del equipo y, en consecuencia, se podrá invertir más y mejor en lo deportivo. Esto sin contar con el sentido de pertenencia, que en los jugadores nacidos en la casa y en la hinchada se multiplicaría de manera infinita.
Es difícil predecir el futuro y asegurar que Millonarios será campeón, pero por primera vez en varios años se armó el equipo de una manera estratégica, con dos jugadores competitivos por puesto y de acuerdo a una idea de juego determinada por el entrenador. En la normalidad, si lo institucional funciona, lo deportivo también. En consecuencia, hay razones para ilusionarse, para pensar con la cabeza y el corazón que este Millonarios versión 2016 dará la pelea, como debería ser siempre. Ante la realidad de los últimos tiempos, el optimismo debe ser mesurado. Habrá que estar atentos a la manera como se gestione el grupo, pero de entrada hay razones para soñar.
