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El sábado en la tarde me encontré con varios hinchas azules entusiasmados con el comienzo de un nuevo torneo. Preguntaban con los ojos brillantes por la posibilidad de conquistar un nuevo título y, como siempre, pocas horas después, se presentó una buena asistencia de público en El Campín para ver el debut frente a Deportivo Pasto.
Este equipo tiene a su favor un proceso de dos años y medio bajo el liderazgo de Alberto Gamero, que le permite tener la seguridad de ser protagonista. Millonarios presiona arriba al rival, abre espacios con secuencias de pases rápidas, hace combinaciones entre toques cortos y largos, es experto en triangulaciones y por largos momentos entretiene y divierte.
El problema es que ya todos le conocen el libreto y se está convirtiendo en tendencia que le compliquen la vida. Así lo demuestran los tres empates consecutivos en calidad de local, contando el del sábado (1-1), los de los juegos ante Júnior y Nacional del cuadrangular pasado, y los seis partidos sin conocer la victoria. La última vez que lo hizo fue en la primera fecha de esa definición, cuando venció, con un gol de penal, a Bucaramanga.
Los rivales llenan el medio campo de hombres de destrucción y cuando ganan el medio aprovechan los cuarenta metros que deja Millonarios desprotegidos gracias a su noble intención ofensiva.
Es ahí cuando el proceso, el trabajo y la identidad conseguidas requieren validadores en la cancha y estos no pueden ser otros que los futbolistas. En ese sentido, hay varios problemas y no todos tienen que ver con una nómina corta. La idea de jugar con los jóvenes de la cantera es cada día más confusa. En el equipo tipo, y en el del sábado, solamente hay un canterano de pura cepa, Llinás. Los juveniles obtienen buenos resultados en sus torneos, pero sus jugadores reciben pocas oportunidades en el primer equipo. A Gómez lo trajeron Gamero y el gerente deportivo para que se terminara de formar en el azul pero listo, contémoslo, son solamente dos. No volvimos a ver a Kliver Moreno, clave en el primer semestre de 2021 en aquel equipo que llegó a la final justo en el rubro en el que más se sufre hoy, el filtro en la mitad. A Abadía lo mandaron a Fortaleza para que tenga minutos, como si por encima de él estuviera Falcao. En fin, está demostrado que a Gamero, con todas sus virtudes, le cuesta jugársela por los jóvenes con convicción.
En cambio Pereira, Perlaza, Sosa y Celis, jugadores que Gamero pidió y le trajeron, siempre que están disponibles son titulares o primera opción de cambio, aunque su rendimiento en la cancha no es el de los validadores que el profe y su trabajo merecen. Los cambios son siempre los mismos, carecen de sorpresa y solucionan poco. Hoy Millos depende de una buena noche de Silva, Larry Vásquez y Daniel Ruiz. No de alguno de ellos sino de los tres.
Es cierto que esto no es como comienza sino como termina y el Millos de Gamero sí que lo ha sufrido, pero el presente no es alentador. Ojalá los líderes del equipo puedan encontrar rápidamente soluciones, porque esa noble hinchada no merece más desencantos.
