Pasados los dos primeros partidos de Hernán Darío Gómez al frente de la selección de Colombia no podemos hablar de un nuevo combinado tricolor, como tampoco asumir una posición destructiva y decir que es más de lo mismo.
Empecemos por decir que nuestra triste condición actual apenas da para servir de “sparring” a equipos ya clasificados al mundial, los cuales buscan rivales poco exigentes para no comprometer su estado de ánimo, estando tan cerca de la cita orbital. Además, los jugadores no arriesgan mucho a la hora de chocar por un balón, pues no quieren lesiones de última hora que puedan comprometer su presencia en semejante fiesta.
Dicho lo anterior y estando dentro de ese marco de referencia, el análisis que resiste esta mini-gira que marcó el debut de Bolillo en este nuevo ciclo bien puede señalar que fueron pocos días de trabajo, apenas para conocer a los jugadores, saber cuál es su pensamiento, cómo sienten el juego y percibir algo de su forma de ser y vivir el fútbol. Tal vez por eso en el primer partido, frente a Sudáfrica, más allá del resultado, se vio más de lo mismo, un equipo muy parecido al de Lara, que dejaba las opciones de ataque a lo que pudieran hacer dos individualidades y que se defendía bastante bien.
Pero la presentación ante Nigeria en Londres ya dejó otra sensación. Un equipo corto entre sus líneas, que se defiende con la pelota en su poder y que, si bien jugó lejos del arco contrario, en ocasiones pasó rápido de defensa a ataque, sumando a las individualidades conocidas juego colectivo. Además, los laterales pasaron con propiedad al ataque y por momentos pisaron el área contraria con cuatro y cinco hombres bien respaldados desde atrás.
Me parece exagerado y mentiroso pensar que la nueva Colombia ya es una realidad. Ni José Mourinho, flamante campeón de la Champions con el Inter y nuevo timonel del Real Madrid, lograría eso con ocho días de trabajo, pero al menos ya se empieza a ver un estilo de juego basado, como lo esperábamos, en la tenencia de la pelota, pero intentando al menos tocar rápido y buscar el momento preciso para atacar con velocidad y precisión.
El gran reto de Gómez es, después de marcar a la selección con su sello, hacer que los jugadores se “coman el cuento”. El trabajo mental será fundamental para buscar con más convencimiento todos los partidos, incluso amistosos; que entiendan que el arco contrario existe y está para perforarlo.
Lo cierto es que hay que dejar de ser invitados de poca monta de clasificados a la Copa del Mundo para volver a ser protagonistas de primer orden. Y para eso hace falta mucho tiempo de trabajo, no podemos ser tan irresponsables al señalar una nueva y gran selección Colombia, pero tampoco tan críticos cuando apenas Bolillo ha tenido una semana de trabajo con más de 40 horas de vuelo. Vamos paso a paso.