Sobre el final de la semana pasada anunciaron los patrocinadores del fútbol colombiano que se van para dar cumplimiento con la ley que prohíbe a las marcas de cigarrillos hacer presencia en eventos deportivos.
En hora buena han aparecido varios interesados y los directivos incluso van a poder escoger al mejor postor. Sería importante que el patrocinador nuevo además de aportar dinero exigiera una profunda reestructuración del espectáculo para asegurar que su dinero sea bien invertido y todos los interesados ganemos.
Qué bueno que todos los interesados exigieran que los equipos al comenzar el campeonato estuvieran al día con sus acreedores, que se conviertan todos en verdaderos clubes, que los árbitros sean profesionalizados, que los entrenadores presenten sus credenciales a través de exámenes periódicos de actualización, que el sistema del torneo asegurara que se premiara a los mejores de la temporada, que los campeones obtuvieran premio económico para asegurar que puedan armar buenos equipos en Copa Libertadores y demás torneos continentales, que terminaran con la norma sub 18 —que ha logrado sólo que el tráfico de jugadores y la adulteración de edades sea un negocio cada vez más lucrativo—, que el reglamento sea modificado y adecuado para que no presente tantas inconsistencias, que las canchas y estadios del país estén en mejores condiciones para asegurar lo mínimo que requiere el espectáculo para desarrollarse y por supuesto que se elabore un plan estratégicamente diseñado para eliminar a los violentos del estadio.
Deberían los interesados unirse para presentar estas exigencias, que son al fin y al cabo derechos adquiridos a cambio de entregar un dinero que debe ser para patrocinar nuestro campeonato y todos sabemos que se requiere mejorar.
Es una responsabilidad histórica la que tiene la marca que se vincule a nuestro balompié, este es un punto de quiebre: o sacamos esto adelante o nos vamos al precipicio, que sepan que patrocinar no puede ser sinónimo de alcahuetear.