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Pékerman y Maturana

Antonio Casale

03 de junio de 2012 - 06:00 p. m.

Franciso Maturana hacía énfasis en la importancia del entorno alrededor de un equipo de fútbol.

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Decía el chocoano que “se juega como se vive” y tenía razón. Esa premisa, acondicionada al fútbol de hoy, es perfectamente aplicada por José Pékerman en sus primeros movimientos al frente de la selección de Colombia.

Al momento de escribir esta columna, el juego entre colombianos y peruanos no se había efectuado, así que no soy víctima del análisis en caliente de lo que en últimas es un solo partido, el primero del argentino al frente del equipo de todos. No es su culpa que el proceso haya comenzado con el agua al cuello gracias al irregular arranque de las eliminatorias.

Lo cierto es que Pekerman acierta en tres aspectos claves relativos al entorno de nuestros jugadores. El primero de ellos es entender que la mayoría de los integrantes de la selección viven en Europa, alejados de la presión que ejerce el pueblo y la prensa local. Su diario vivir es tranquilo y al sellar herméticamente al grupo, hace bien el entrenador. Así dificulte el trabajo de la prensa, mantener a los jugadores lejos del mundanal ruido corresponde con el entorno al cual están acostumbrados.

El segundo punto importante ha sido entender que el poderío ofensivo de Armero, Zuñiga, Cuadrado, James, Dorlan y Falcao está basado en ataques rápidos, que incluyen pocos toques de balón, verticales y contundentes. Nuestros hombres más importantes juegan todos los días a algo muy distinto a tener el balón improductivamente, principal argumento de nuestra mal llamada “identidad”. Pékerman rompe el mito correspondiente únicamente a la época del gran Pibe y demás artistas de los noventa. El DT extranjero entendió que los jugadores colombianos de hoy tienen otro ADN, sienten el fútbol de otra manera y así pretende exponerlo en la cancha. En este aspecto, más que en ningún otro, Colombia llegará, mas pronto que tarde a actuar como sus jugadores viven el día a día.

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El tercer aspecto tiene que ver con el trato a los jugadores, también correspondiente con su habitual entorno europeo. Distante de los hombres, pero respetuoso de ellos, Pékerman los llama por su nombre y apellido, no es dado a bromas de ningún tipo, más bien es de humor neutro. En sus maneras es cálido pero exigente y eso le da confianza al grupo. “Me tratan exactamente igual a como lo hacen en mi equipo en Europa” comentó un jugador que pidió guardar su identidad. Ese es un parte de tranquilidad.

Maturana, a quien le debemos más reconocimiento y menos burlas, tenía razón. Es cierto, se juega como se vive, los conceptos básicos se deben preservar con el paso del tiempo, pero se deben adaptar a la realidad. El entorno global actual hace a nuestros jugadores, humanos diferentes a los de antes, y por ende la manera de liderarlos debe ser distinta. Por eso, mas allá del resultado de ayer, vale la pena respaldar el proyecto Pékerman.

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