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Perú 2022

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Antonio Casale
13 de julio de 2016 - 03:00 a. m.
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El fútbol peruano está dispuesto a salir del limbo en el que se encuentra y para ello se unieron todos los estamentos que tienen relación con el balón. Lo primero que hicieron fue nombrar a un exjugador estelar, Juan Carlos Oblitas, como director deportivo de la Federación, entregándole el poder y la autoridad que su trayectoria merece para cambiar el rumbo.

Desde el primer día, Oblitas se obsesionó con convencer a sus jefes y al entorno de emprender un plan a largo plazo para clasificar al mundial de Catar en 2022, propuso idear una estrategia encaminada a fortalecer el fútbol infantil y juvenil.

El principal candidato para asumir esa responsabilidad fue Reinaldo Rueda, por su experiencia al frente del fútbol juvenil de Colombia en la década pasada, cuyos resultados aún disfrutamos. Pero no se pudieron poner de acuerdo y el escogido fue el argentino Daniel Ahmed, que ya contaba con experiencia en el fútbol de formación de México y quien ya había dirigido las selecciones juveniles incas, aunque sin buenos resultados. Ahmed no será el técnico, su cargo se denomina jefe de la unidad técnica de menores.

Su proyecto, en el que los clubes tienen responsabilidades de obligatorio cumplimiento, ya está en marcha. A partir de 2017, los equipos de primera competirán con nóminas alternas por los torneos de tercera y cuarta división, donde tendrán que presentar cierto número de jugadores menores de 16 y 14 años. Además, tendrán que cumplir con los criterios establecidos por la unidad técnica de menores, que auditará la evolución de parámetros establecidos para formar a los jugadores no solo en lo técnico y lo físico, sino también en lo humano.

Al mismo tiempo y de la mano de Oblitas se logró un histórico acercamiento entre la Federación, la agremiación de futbolistas y el gobierno para promover una ley que les otorga una tercera parte de participación en la junta directiva de la federación a los jugadores. De esta manera los futbolistas tendrán voz y voto en las decisiones. Podrán velar por sus derechos y, eso sí, tendrán que hacerse responsables, ahora más que nunca, de sus deberes.

El fútbol de Colombia es superior, pero no por eso debemos dejar de mirar lo que hacen para salir de la oscuridad. Suena coherente su estrategia. Acá no existe un plan auditable de formación de canteras. Tampoco, a pesar de los avances, tienen voz y voto los jugadores. Hay que trabajar en esos aspectos, no sea que los peruanos nos pasen por delante, sin que nos demos cuenta.

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