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Merecido el título de Independiente Santa Fe. Sus hinchas celebran lo que su equipo les regaló de Navidad. Sin embargo, en la amargura de la derrota del DIM hay bastantes aspectos positivos para resaltar, así como también otros para revisar en aras de mejorar.
La buena campaña del poderoso está sustentada en la parte institucional. La experiencia adquirida en Millonarios por parte de sus directivos sirvió para volver a enamorar a una hinchada que estaba desencantada por los últimos resultados. Entendieron los jefes que si enamoraban a la gente, crearían una comunión con el grupo de jugadores difícil de romper. Para ello emprendieron campañas de mercadeo que bien podrían servir como espejo en otras instituciones del país. Por supuesto, como en cualquier empresa exitosa, estas campañas se fueron acompañando poco a poco de resultados. Como en el amor del bueno, los hinchas entregaron todo y los jugadores asumieron el compromiso.
El cuerpo técnico, en cabeza del exigente y rígido Hernán Torres y su fiel escudero, el conciliador y siempre humanista Darío ‘Chusco’ Sierra, una vez más ha confirmado que son una gran dupla, tanto en lo estratégico —materia en la cual siempre conforman equipos que promueven la búsqueda del arco contrario, en donde sus jugadores son amigos del buen trato del balón—, como en lo motivacional, pues a pesar de contar con buenos jugadores, varios de ellos no pasaban por su mejor momento al llegar al equipo rojo de Antioquia, lo cual es una demostración del liderazgo que ejercen los carismáticos Torres y Sierra, simpáticos además porque a las claras se ve que son un equipo tan disímil que se complementa muy bien.
Por supuesto que no todo fue perfecto. El noble objetivo de buscar el arco contrario antes que defender el propio, llevó durante toda la campaña al DIM al desequilibrio y a recibir goles de todo tipo como consecuencia de deficiencias en el regreso de sus hombres al perder la pelota y algunas desatenciones de sus defensas centrales, además de la intermitencia de sus arqueros. Otra materia por mejorar, no solo en este Medellín sino en general en los equipos de Torres, es la incapacidad de sobreponerse a los marcadores adversos. La mayoría de veces que se vieron abajo en el marcador no supieron reaccionar, sobre todo en los partidos claves. Ya había sido así en su Millonarios e incluso en aquel Tolima que también terminó subcampeón.
De cualquier manera, este semestre del poderoso es para mirarlo con lupa por parte de quienes quieren hacer las cosas bien en un futuro. La mezcla de innovación y seriedad en las decisiones de los directivos, un buen cuerpo técnico y una nómina que dentro de las posibilidades económicas del medio nuestro es competitiva, no puede dar otro resultado distinto a este. Si bien campeón hay uno solo, siempre quedará en la amargura del finalista la tranquilidad del deber cumplido. Si este DIM continúa por el mismo camino, dará mucho de qué hablar en el fútbol colombiano.
