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Política y fútbol

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Antonio Casale
30 de septiembre de 2012 - 11:00 p. m.
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El fútbol es el fiel reflejo de lo que pasa en una sociedad.

En él conviven pequeñas muestras de todos los componentes de un país. Buenos, malos, ricos, pobres, estudiosos e ignorantes, el fútbol es además el igualador social por excelencia. Pero cuando uno de esos elementos, en especial la política, intenta ponerse por encima del balón, la cosa sale mal.

La semana anterior, el representante del 20% de las acciones de Millonarios, Gustavo Serpa, sobrino del reconocido político Horacio Serpa, propuso que el equipo renunciara a dos títulos, por considerar que fueron obtenidos bajo influencia de los dineros del narcotráfico, en una clara intención de tener un acto moralista, no con los hinchas y los jugadores que obtuvieron esos títulos, únicos dueños de los mismos y quienes representan a la inmensa mayoría, sino ante la clase política y algunos prestigiosos columnistas, representantes de la inmensa minoría y jueces de la moral de la patria boba. Eso sí, Millonarios aclaró que no se trata de una posición oficial del club y ofreció disculpas a los jugadores de la época y a los hinchas.

Es un inmerecido gesto de moralismo para con la clase política, única responsable de que el narcotráfico existiera, prosperara y permeara, no sólo al fútbol sino a todos los sectores de la sociedad. La misma que ejerciendo el poder o la oposición no fue capaz de preservar el orden y la seguridad en el país de los ochenta. La misma clase política que permitió que los hinchas tuvieran que ir a los estadios esquivando bombas del narcotráfico. La misma clase política que no fue capaz de atajar el crecimiento de la cultura “traqueta” o del dinero fácil que aún nos agobia. La misma clase política que ante la evidencia de la presencia del narcotráfico en gran parte de los equipos del fútbol colombiano, fue permisiva y sólo en 2011, después de casi treinta años, aprobó una ley del deporte ajustada a las necesidades de transparencia del fútbol, aunque ésta no se aplique con rigor.

Sí, es necesario destapar la olla podrida para no repetir la historia de la nefasta presencia del narcotráfico en el fútbol. Está bien avergonzarse de aquella época. Pero es necesario exigir que esta clase de actos “moralistas” se erradiquen de una vez por todas del fútbol. Más bien, que los lagartos con poder cambien sus modales, porque todavía hay quienes, como el señor Serpa, pretenden agradarles a unos pocos, miembros de su círculo de amigos, por encima de la búsqueda del bienestar común, objetivo máximo de quienes tienen la responsabilidad de administrar las instituciones, públicas o privadas, de interés general, y Millonarios lo es.

Lamentablemente, el balompié nacional está ad portas de caer en manos de personas con otro tipo de negras intenciones. Hacer política a través del fútbol no es ilegal, pero puede ser inmoral al momento de querer arrebatarle al pueblo los títulos, en vez de atacar el verdadero problema, ocasionado por ellos mismos: la corrupción política, madre de la pobreza, tía del subdesarrollo y abuela del narcotráfico.

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