El 27 de julio de 2016, Atlético Nacional levantó la Copa Libertadores de América después de vencer en la final a Independiente del Valle de Ecuador. Salvo un milagro, que en el fútbol los hay, será muy difícil que un club colombiano lo vuelva a hacer, al menos en el mediano plazo.
Hay factores internos y externos al fútbol que hacen que cada día los clubes de Brasil, Argentina e incluso Ecuador estén cada día más lejos de los nuestros. Que nos quedamos rezagados, es una realidad.
En cuanto a los factores externos, el primero es la devaluación. Con el dólar a $4.000 se hace inviable económicamente traer a jugadores de cartel. Lo que acaba de hacer Júnior con Borja corresponde más a intereses electorales que a una inversión de la que se pueda esperar retorno. Con todo y eso el colombiano viene de una campaña irregular en Gremio, club con el que descendió en Brasil. Mientras tanto la economía dolarizada de Ecuador le permite atraer jugadores interesantes desde Argentina. Nombres ilustres como Matías Oyola, Damián Díaz o Cristian Pellerano jugaron la temporada pasada en sus clubes. De hecho, seis equipos se dieron el lujo de nacionalizar futbolistas.
Brasil y Argentina son los países que más se benefician por los derechos internacionales de televisión, tanto de sus torneos locales como de los internacionales, a través de los premios que otorgan la Libertadores y la Sudamericana. Siempre están arriba y compiten más equipos de esos países en fases definitivas. En esa medida los brasileños se hacen cada vez más ricos y los argentinos, aunque su economía esté maltrecha, logran sostener su inagotable y bien estructurada fábrica de talentos.
Y ahí es donde ellos y ahora los ecuatorianos marcan más diferencias. Sus canteras, más allá del dinero, están bien estructuradas. En Brasil y Argentina más de 15 clubes tienen el derrotero claro. En Ecuador ya son cuatro (Independiente del Valle, Barcelona, Liga de Quito y ahora Emelec).
En Colombia seguimos dependiendo de lo que produzcan Deportivo Cali, Atlético Nacional, Envigado y algún otro proyecto aislado sin consolidar. Pero todos tienen el mismo problema de Uruguay, que es otro ejemplo de buenas maneras. Los talentos que se producen se van muy jóvenes, antes de consolidarse en sus equipos, a economías más fuertes en donde puedan asegurar su futuro.
En nuestro país se intenta jugar bien, contamos con buenos entrenadores que potencian lo táctico, lo físico y lo técnico. Esto hace que veamos siete u ocho equipos interesantes en la competencia local, lo cual no es para nada malo. De hecho, a los nuestros nadie los pasea en la Libertadores o en la Sudamericana. Pero en el fútbol se gana o se pierde por pequeñas diferencias, y esas pequeñas diferencias las marcan los mejores futbolistas, lastimosamente los mejores no juegan acá.