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Me ha simpatizado toda la vida el Real Madrid, siempre fue un ejemplo para los demás equipos. Con goles, títulos y pundonor se ganó el nombramiento de la Fifa del mejor equipo del siglo XX. Por sus filas pasaron siempre los mejores y América ha estado bien representada allí. Alfredo Di Stefano, Hugo Sánchez, Iván Zamorano y muchos más escribieron páginas en su rica historia.
Sin embargo, este comienzo de siglo no ha sido el mejor para el Real, acostumbrado a levantar mucho más que el trofeo de la liga española. Hace rato que el museo de trofeos del Bernabeu no exhibe una Champions, y esto en el equipo merengue causa preocupación, máximo cuando el eterno rival acaba de conseguir la Champions, la Liga y la Copa del Rey, producto de una estrategia sólida puesta en marcha hace varios años por la administración Laporta, donde se incluye el trabajo de la cantera como factor predominante complementado con algunas contrataciones que distan de ser escandalosas por lo costosas.
El afán de éxito inmediato ha traído de vuelta a Florentino Pérez a la presidencia del Madrid, quien en tiempos de crisis económica mundial con énfasis en países como España, donde el desempleo toca límites insospechados, invirtió más de 150 millones de euros en dos jugadores. Clara demostración de nuestra bien conocida cultura ‘traqueta’ en la cual se piensa que el que tiene más dinero es el que manda, excelente estrategia para vender camisetas por millones y partidos amistosos en Japón a cambio de montañas de billetes, pero dudoso proceder a la hora de pensar en lograr gestas semejantes a la del Barcelona.
El fútbol en teoría representa el sentir de un pueblo, en el balompié los campeonatos se logran con sacrificio, trabajo, formación de talentos, fortalecimiento mental y una buena dosis de táctica y estrategia. No siempre gana el más poderoso, por eso países tercermundistas son potencias futboleras y este deporte es una de las pocas cosas de la vida en donde Estados Unidos no manda. Pero nada de esto se puede lograr conformando camerinos insoportables como el que tendrá que manejar Pellegrini, con diferencias en ganancias abismales entre unos y otros, sin cabida para la cantera.
Juntar tantas estrellas puede acabar en una estrellada sin precedentes, todo parece indicar que la cultura ‘traqueta’ terminará imprimiendo una mancha grande en el Madrid ante los ojos del mundo futbolístico, que sorprendido observa el prepotente proceder del dueño de una de las cementeras más grandes de Europa, mientras el planeta busca cómo solucionar su crisis económica. Me simpatiza el Madrid, pero por el bien del fútbol, quiero que esta manifestación, digna de nuestros carteles de la droga de los ochenta, no funcione.
