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Mientras Roger Federer, a sus 35 años, y Rafael Nadal, con sus múltiples heridas de guerra, anuncian su regreso después de varios meses de ausencia por lesión del tenis competitivo, Ana Ivanovic, una de las joyas del circuito femenino, anunció su retiro a sus escasos 29 años.
Decidir el final de una carrera exitosa no es nada fácil, y menos para un deportista.
A la edad de jubilación de los deportistas, los demás mortales están apenas sembrando las semillas de la que será la mejor época de sus profesiones. A los 40 años, un abogado, profesor, periodista o médico sólo puede hablar de presente y futuro. En cambio, un deportista exitoso tiene que decir adiós prematuramente. En el momento en el que el cuerpo ya no puede competir contra los más jóvenes, la mente en cambio encuentra la madurez. Pero la parte física no da para más.
Debe ser difícil para Federer, el mejor tenista de todos los tiempos, decir adiós. De sus 35 años, 25 han sido dedicados a competir con éxito. Alguno dirá que es de aplaudir su sed de gloria interminable. Su espíritu competitivo es inagotable. Seguramente saldrá a la cancha en este enero con las mismas ganas de ganar que exhibió el primer día. Pero por otro lado es inevitable observar que cada vez le cuesta más competir contra los más jóvenes. Su lesión de rodilla del año pasado fue la primera de seriedad en su carrera. Durante el primer semestre perdió partidos con una facilidad nunca vista. Su objetivo, según ha dicho, es ganar otro Grand Slam y pelear por el número uno del ranquin otra vez. Veremos si alarga su leyenda o le pone un final desacorde con la trayectoria del mejor de la historia.
Con Nadal pasa algo similar. Su espíritu combativo, más allá de las muchas lesiones que ha sufrido, le pide volver a la élite. Tampoco tendría mayores razones para seguir insistiendo. Ya fue número uno, ya lo ganó todo, ya es el mejor deportista de toda la historia de su país. Sólo el tiempo dirá si acudiremos a otra resurrección de Nadal o al bochornoso final de alguien que algún día fue invencible y terminó perdiendo con cualquiera.
En la otra orilla está Ana Ivanovic. A sus 29 años, con 14 títulos en su haber, incluido un Roland Garros y el hecho de haber sido número uno del mundo, ha puesto final a su carrera consciente de que su cuerpo, a través de las lesiones, le ha pedido un cambio de vida. No quiero decir que sea mejor o peor que Federer y Nadal; total, aunque todo tiene fecha de caducidad, los finales siempre serán dramáticos, nostálgicos y difíciles.
De todas formas, aunque el espíritu aficionado y el amor por el oficio en alguien que ya no tiene ninguna necesidad es digno de aplaudir, es bueno saber que tanto en el tenis como en la vida todos tenemos nuestro ciclo. Es importante identificar cuál es el momento exacto de dar paso a los más jóvenes y asumir un rol desde el rincón de la experiencia, tal vez menos relevante a nivel mediático, pero igualmente importante. Hay que evitar la decadencia activa.
