Esta semana se definirá la hoja de ruta de lo que será el nuevo Millonarios.
Según las promesas hechas la semana pasada todo pinta color de rosa, por eso mismo esperamos que esta hinchada no sufra otro desengaño por cuenta de los intereses particulares de algunos.
A horas de la asamblea extraordinaria, se sabe que no todo es como lo pintan. Estaría presentándose por separado el interés de Colpatria y de Inverbolsa, y no en manera conjunta como se planteó en un principio. Aunque voceros de estas empresas han negado su interés, los hechos demuestran que ellos quieren formar parte del proyecto. Habría que ver de qué manera se supera el escollo de la conversión de sociedad sin ánimo de lucro a sociedad anónima, pues por supuesto estas empresas no invertirán en un proyecto que no sea económicamente viable. Lo cierto es que la solución se demora porque apenas es un proyecto de ley radicado en el Congreso, pero aseguran algunos que existen otras maneras de lograrlo. De cualquier forma la incursión de cualquiera de estos dos inversionistas con la mediación del facilitador supondría un mejor futuro deportivo, que es en últimas lo que la gente quiere.
Pero existe una tercera opción que preocupa. Si bien es cierto el interés de Juan Carlos López y Santiago Rendón en irse tras los malos resultados y la quiebra inminente como consecuencia de su gestión está sobre la mesa, no es tan clara la intención de Luis Augusto García de irse. Incluso averigüé que García está reuniendo el dinero para hacer una oferta y quedarse con la mayoría accionaria.
Más allá de apasionamientos, de amores y de odios que son propios del entorno de una actividad como el fútbol, debe quedar claro que la gente está cansada de López y de García, no porque sean bonitos o feos, o porque roben o no. La gente está cansada porque Millos no corresponde deportivamente a lo que debería ser, un equipo grande que siempre pelee por el título, y para recuperar ese lugar privilegiado. El equipo azul requiere cambio de dueños.
García siempre ha manifestado que el perro del vecino no tiene por qué exigirle al dueño de la casa que se vaya. Eso es cierto, pero también lo es que más que la casa de García, Millos podría asemejarse a un restaurante. Los clientes, que no son perros, tienen el pleno derecho de no volver a comer en ese lugar hasta que el servicio no cambie, y para que esto suceda, es menester que el chef se vaya.
Es una linda oportunidad para hacer de la albiazul una institución modelo, donde podamos palpar una recuperación económica y deportiva semejante a la que logró Colo Colo en Chile. Esta semana se definirá si Millos comienza el camino para recuperar la gloria de la mano de una sociedad anónima bien cimentada, o termine de hundirse como el Titanic de la mano de García.
