Francisco Nájera fue un buen defensa central, su nivel siempre estuvo por encima del promedio, aunque nunca llegó a destacarse a la altura Yepes, Cristian Zapata o Iván Ramiro Córdoba. Se retiró del fútbol y hace poco más de un mes ejerce como gerente deportivo de Atlético Nacional. El ex defensor central de Santa Fe, Olimpia de Paraguay y del verde de Medellín, entre otros, cubre todos los requisitos para el cargo, el más importante: ser profesional. El bogotano se graduó de administrador de empresas al mismo tiempo que era futbolista. Estudió de manera virtual.
Según la Asociación Colombiana de Futbolistas Profesionales (Acolfutpro), el 20 % de los jugadores no han terminado ni siquiera la secundaria, el 70 % son bachilleres y apenas un 10 % ha iniciado carrera universitaria.
Hoy en día Nacional, Equidad, Alianza Petrolera, Deportivo Cali, Once Caldas, DIM y Quindío tienen convenios con entidades educativas para que los futbolistas, si lo deciden, los aprovechen en su beneficio.
Entre los compañeros que tuvo Nájera en Nacional pocos se apuntaron a estudiar. Aguilar está a punto de terminar y Davinson Sánchez tenía una fijación, que resultó ser premonitoria, con estudiar inglés. Ese aprendizaje le ayudó a consolidarse como titular en el Tottenham.
La carrera de los futbolistas termina como máximo a los 37 años, edad en la que cualquier profesional de otra área apenas entra en la etapa más productiva. La mayoría, al terminar, no tiene su futuro asegurado, porque los James, Falcao y compañía son la inmensa minoría.
Pocos piensan en eso porque cuando comienzan sus carreras como futbolistas solo tienen en la mente salir de la pobreza y ayudar a su familia. Una vez logran cumplir con ese objetivo, a medias, suelen gastarse el dinero en objetos que puedan hacerles demostrar ante su comunidad que salieron adelante; pero todo eso es perecedero.
Los empresarios e intermediarios no van a trabajar en eso. A ellos solamente les interesa ganarse un buen dinero a costa de facilitarles contratos a sus apoderados. Entonces son los clubes los que deben trabajar en la educación, pero no solo la académica, sino también capacitarlos para el éxito y el fracaso y la búsqueda de patrones de identificación con las instituciones, de manera que los jóvenes no salgan corriendo a la primera oferta del exterior, de la que, dicho sea de paso, suelen volver con el rabo entre las piernas.
Eso lo tiene claro Nájera, hace parte de los objetivos de su nuevo rol y mientras se acostumbra a otros menesteres propios de los cargos administrativos, como facturar, pasar presupuestos y documentar procesos, también trabaja en ello. Ojalá muchos sigan su ejemplo.