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Sí, Bolillo

Antonio Casale

09 de marzo de 2009 - 11:11 p. m.

Basta revisar los cuadros de honor de los mundiales juveniles organizados hasta ahora por la Fifa para darse cuenta de que a muchas potencias del fútbol mundial no les importa tener superselecciones en esa categoría para después ser poderosos en mayores. Salvo Brasil, Argentina y Uruguay, estos campeonatos no han contado desde 1993 dentro de su cuadro de honor con campeones mundiales de la categoría mayores.

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Hay que irse a Chile 87 para encontrar a Alemania Federal como subcampeón y a Australia 81 para verlo como campeón. Otros campeones absolutos como Italia, Francia o Inglaterra nunca han jugado una final en la Sub 20.

Estos cuadros de honor están repletos de nombres de países africanos como Nigeria, Ghana  o Malí; europeos como Austria, Rumania, Polonia, República Checa o Irlanda, y suramericanos como Colombia o Chile que nunca han ganado nada importante en mayores. Del equipo semifinalista de 2003 sólo Macnelly Torres, Freddy Guarín, Yulián Anchico y Édixon Perea son habituales jugadores de la selección de mayores, y ninguno ha sido solución, todos los demás integrantes de ese equipo navegan en el mar de la irregularidad, algo similar sucede con los campeones suramericanos de 2005.

Los maduraron a punta de minutos forzados en el fútbol colombiano para después obtener logros en una categoría importante sólo para algunos y terminaron vendiéndolos al exterior por sumas millonarias engrosando el bolsillo de unos pocos. Pero para la selección, ningún legado, todos nos comimos el cuento. Muchos de ellos han tenido que volver a Colombia a terminar su proceso de maduración ya con el lastre de un fracaso en el exterior.

Lo anterior para preguntar, ¿cuál es el afán de darle tanta importancia a la norma del Sub 18, que a todas luces ha servido sólo para beneficiar a empresarios y demás escondidos en un título suramericano en 2005 y un tercer lugar en el mundial juvenil de Emiratos Árabes Unidos?

Las consecuencias en mayores de estos experimentos han sido nefastas para el fútbol colombiano y su selección. Hoy no sólo tenemos una selección absoluta condenada a una nueva eliminación de un mundial de mayores, sino que las recientes eliminaciones de torneos juveniles también han demostrado que la gallinita de los huevos de oro se les está acabando. Por eso creo que la protesta del Bolillo, para muchos inhumana, es justificada al ciento por ciento y tiene más fondo del que muchos creen, porque el futbolista necesita maduración como deportista pero también como ser humano y debe llegar a jugar a nivel profesional cuando su nivel se lo permita, no cuando los empresarios lo necesiten.

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