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¿Super-Mou?

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Antonio Casale
19 de mayo de 2013 - 06:54 p. m.
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El remedio resultó peor que la enfermedad. Acostumbrado a ser siempre el mejor, nunca antes el Real Madrid había sido, durante tanto tiempo, el segundo de España.

Su histórico rival, el Barcelona, en cambio, nunca gozó de una racha tan prolongada con la supremacía a su favor, no sólo en España, en todo del mundo.

La reacción propuesta por el Real Madrid, tan prepotente como su historia, no sólo no resultó ser la solución, sino que terminó siendo un autogol de proporciones inimaginables.

Hace tres temporadas los merengues decidieron traer al gran Mourinho, el superhéroe-entrenador que lo había ganado todo y, por ende, era capaz de lograrlo todo. A todas luces una apuesta ganadora para una escuadra que necesitaba soluciones inmediatas ante la cada vez más apabullante supremacía culé.

Fiel a su historia, el Madrid no escatimó esfuerzos para complacer a Mourinho. Le trajeron, uno a uno, a todos los jugadores que pidió. El presidente Florentino Pérez, otrora demasiado jefe, le entregó a don José, a “Super-Mou”, la capa, la espada y la máscara. El luso gozó de autonomía absoluta en lo deportivo y en lo institucional.

Pero Mourinho mordió anzuelo. Se comió el cuento, se creyó aquel superhombre capaz de lograrlo todo, y terminó como terminan todos los superhombres que se creen capaces de lograrlo todo: mordiendo el polvo.

Víctima del exceso de poder que su “jefe” le entregó, el portugués perdió la memoria en donde se encontraban los archivos con las premisas que lo llevaron a ser el entrenador más exitoso de la historia reciente del planeta.

Olvidó que su Porto, su Chelsea y su Inter fueron, antes que cualquier cosa, equipos. Nunca se supo de un jugador que no adorara a Mourinho en esas escuadras. Eran épocas en las que don José sacaba lo mejor de cada individuo para ponerlo en beneficio de un colectivo. Como resultado, dejó títulos casi inmediatos e increíbles.

Pero Mourinho se comió el cuento, primer requisito para fracasar. Su Real Madrid nunca fue capaz de mostrar solidez defensiva, no fue equilibrado jamás. Tuvo, eso sí, la magia de sus individualidades a flor de piel, como consecuencia del deseo de brillar de cada uno de ellos, por encima de lo que la historia requería. En resumen, el Real Madrid de Mourinho se pareció en exceso a su propio momento.

Mourinho, increíblemente para un hombre de su bagaje, terminó siendo víctima de su indomable ego. La vida le traerá nuevos retos, en Chelsea no le van a dar tanto poder y seguramente volverá a ser el gran José, pero en su paso por el Madrid se demostró, una vez más, que los superhéroes no existen.

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