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En nuestro país estamos acostumbrados a ir por la vida tapando huecos, en vez de hacerlo construyendo caminos. La selección, como tiene que ser, es fiel reflejo de eso.
Es fácil hoy echarles la culpa de los malos resultados a los jugadores o al técnico, incluso a los directivos. De hecho, en la coyuntura actual todos ellos tienen alguna cuota de responsabilidad.
Pero no olvidemos que las cosas buenas que pasan en nuestro fútbol son resultado de un milagro. En pleno siglo XXI, y a diferencia de países de la zona como Argentina, Brasil o Uruguay, no tenemos infraestructura futbolística de ningún tipo. Salvo contadas excepciones, no hay ligas competitivas, no hay manejo adecuado de divisiones inferiores o grupos élite de jugadores jóvenes en los equipos profesionales. No hay sede deportiva para selecciones de Colombia ubicada en los sitios de competencia, es más, aunque Bogotá es la sede, parece que no lo fuera. No hay trabajos adecuados de fundamentación, no sólo futbolística, la formación mental no hace parte del improvisado pénsum de formación de jugadores. Nuestra Primera B profesional es un torneo casi aficionado. Se hacen torneos mal planeados, como la Copa Colombia, que dejan mal parado al fútbol por la poca convocatoria que se logra a pesar de la buena cantidad de jugadores que debutan en el profesionalismo gracias a estos campeonatos, pero ojo, no se trata de cantidad, se trata de calidad.
No hay estrategia de país futbolístico, contamos con casos aislados de personas o clubes que logran que cada triunfo, por efímero que sea, lo tomemos como un verdadero milagro, y lo es. Eduardo Lara recorre el país buscando talentos, los encuentra, los prepara, los pone a competir en selecciones menores, su esfuerzo individual ha dado frutos, pero la estrategia empieza a fallar cuando estos jugadores se convierten en mayores, se van a competir al exterior y comienzan a mostrar falencias en formación mental, física y hasta nutricional, no están preparados para el éxito, y cuando llegan los fracasos, hablamos todos de falta de carácter y jerarquía, o señalamos al técnico de turno, quien tiene alta cuota de responsabilidad, pero más por haber aceptado subirse a un barco en estas condiciones, que por los mismos resultados.
Ojalá se tapen los huecos y se arregle el caminado porque tenemos buenas opciones matemáticas y el concierto futbolístico sudamericano está envuelto en la misma mediocridad; además tenemos hijos del milagro capaces de lograrlo independientemente del seleccionador que se tenga, pero mientras no se posea una estrategia clara y seria en torno a la formación de talentos, como futbolistas de alto rendimiento en lo físico, lo deportivo y lo mental, seguiremos tapando huecos y no construyendo caminos.
