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¿Temor o indolencia?

Antonio Casale

22 de septiembre de 2013 - 05:00 p. m.

Violencia y fútbol colombiano son sinónimos. Como veremos en las siguientes historias, las calles, los estadios, las canchas y las redes sociales son los escenarios. Lo peor es que nadie, por indolencia o por temor, hace nada al respecto.

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Pedro Contreras se dirigía el viernes a su casa, en la localidad de Engativá, junto con su hijo adolescente, quien vestía una camiseta de Santa Fe, cuando se encontraron con un grupo de hinchas de Millonarios, quienes por el solo hecho de portar el distintivo de un equipo de fútbol diferente al de ellos lo agarraron a trompadas. Don Pedro acudió en su defensa y terminó muerto por cuenta de una herida sufrida con arma blanca. La noticia pasó inadvertida, apenas fue reseñada en los medios.

Sólo unas horas después, ya en la cancha, en pleno clásico, un futbolista agredió violentamente a otro sin balón, como venganza por una patada sufrida un minuto atrás de cuenta de su ahora víctima. Instantes después, otro futbolista le rezó un rosario de improperios a un colega ante las cámaras de televisión que transmitían en directo para todo el país. Los jugadores, al igual que los hinchas, a veces creen que sentir la camiseta es sinónimo de agarrar a patadas a sus colegas antes que jugar al fútbol respetando los valores que su profesión promueve.

Unos días atrás, el dueño del club Chicó, Eduardo Pimentel, lanzó en Twitter trinos violentos en contra del pequeño sector de la prensa que se ha atrevido a cuestionar la legalidad con la que en su equipo se manejan las contrataciones de futbolistas. A continuación transcribo uno de ellos. “Periodistas Hoyos, Samper, Valverde y otros: quedan notificados que si los veo les doy en la cara, maricas, para que aprendan a respetar”. Si quieren conocer más trinos violentos de parte de Pimentel, síganlo en @edo_pimentel. Sin duda, este señor fue un gran jugador de fútbol y es un excelente cazador de talentos, pero sus trinos lo hacen quedar en evidencia como alguien a quien sólo le importa su propio beneficio, y quienes edifican su vida en ese sentido son capaces de pasar por encima de cualquier conducta ética en pro de su objetivo. Pero lo que llama la atención es el poco eco que sus amenazas han causado en un gran sector del periodismo. No sé si ante estas cosas el miedo se apoderó de muchos colegas o simplemente no sienten la necesidad de hacerse sentir, por diversas razones.

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A lo anterior hay que sumar la violencia ejercida desde las redes sociales por hinchas en contra de quienes opinan diferente. Lo que debería ser un espacio de opinión abierto se ha convertido en una cloaca que refleja el pobre nivel de educación de esta sociedad, principal causante de la violencia en todas su manifestaciones. El panorama es negro, nadie hace nada al respecto, ¿por temor o por indolencia?

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