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En un país desmemoriado, carente de un archivo fílmico y auditivo digno de una nación que quiere empezar a andar por otros caminos, distantes de la guerra y la injusticia, llama la atención la exposición que por estos días, bajo la dirección de Coldeportes, se presenta en el Museo Nacional. Se llama “Un país hecho de fútbol”.
La escala de valores que propone el deporte, donde se incluyen la solidaridad, el espíritu de lucha, el juego limpio, la humildad, la mesura en la victoria y la altura en la derrota, la mentalidad ganadora y otras tantas lecciones, es muy importante para una sociedad que necesita empezar a mirarse en espejos distintos al narcotráfico, la corrupción y otros demonios que han sido factores predominantes de nuestra historia y presente.
Sólo a través del espejo retrovisor de los grandes logros podemos mostrarles a nuestros niños y jóvenes que sí hay un futuro promisorio, lejos del dinero fácil, obtenido a costa de lo que sea y de quien sea, a sabiendas de que desde casi todos las tribunas referentes del país, eso es lo que se les propone.
No son muchos los triunfos de nuestro fútbol. Desde una óptica global apenas podemos destacar la obtención de la Copa América de 2001 y la clasificación a cuatro mundiales. Pero seamos justos, son importantes victorias si tenemos en cuenta la falta de estrategia coherente con que tradicionalmente se ha manejado nuestro deporte nacional, partiendo de lo institucional.
El gol de Rincón frente a Alemania en Italia 90, el 5 a 0 ante Argentina en la eliminatoria del 94, el gol olímpico de Coll a la Unión Soviética en Chile 62, y algún otro subcampeonato o actuación estelar de nuestro seleccionado, son como agua en el desierto para una nación cuyo presupuesto nacional en su mayoría ha sido dedicado, por tradición, a la guerra y a llenar los bolsillos de los corruptos que engrandecen la pobreza moral y económica de Colombia.
Pocas veces se rinden homenajes merecidos a héroes nacionales advenidos de la pobreza y la miseria, hijos de la nada que buscaron evadir el hambre dándole patadas a un balón. Acostumbrados al desdén, el maltrato público o en el mejor de los casos al olvido; referentes como El Pibe Valderrama, Leonel Álvarez, Pedro Zape, Willington Ortiz, El Caimán Sánchez o René Higuita, encontraron por fin un lugar merecido en la historia de la patria. Ojalá sirva para que de una vez por todas el deporte sea visto con seriedad por parte de quienes deciden el rumbo del país, y sigamos los ejemplos de Sudáfrica o España, donde la disciplina deportiva, a manera de ejemplo para los más jóvenes, reemplazó para siempre la disciplina armamentista.
