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Se siguen tomando las medidas de siempre ante la violencia en los estadios y los resultados no pueden ser distintos. Cerrar las tribunas a donde van los barristas, sancionar a los equipos con multas, prohibir la entrada a las hinchadas visitantes. Está demostrado que esas soluciones no han logrado su objetivo. Siempre volvemos a lo mismo.
Y es que se está partiendo de que los violentos son únicamente los de las barras bravas. Tremendo error. La responsabilidad es de todos los actores del fútbol, que en mayor o menor medida debemos tomar conciencia.
La Policía, que es represiva o cómplice, sin tintas medias. Los que corean los cánticos xenófobos o racistas desde todas las tribunas, no sólo las de las barras bravas, escudados en que el hecho de pagar por una boleta les da supuestamente el derecho a hacerlo. El que se cree dueño de un Estado paralelo y saca del estadio al prójimo, solo porque aparenta ser hincha del equipo rival. Todos esos son responsables.
Como también lo son los directivos, que son violentos contra los árbitros; los técnicos, que amenazan con pelear a puños con los demás; los jugadores, que simulan faltas para engañar, y los que abusan de la posibilidad del contacto para agredir al contrario de manera desleal.
Violentos también somos los periodistas que abusamos del lenguaje, sin ser conscientes de la responsabilidad que implica el hecho de tener un micrófono, una cámara o una pluma, y terminamos siendo víctimas de las pasiones que genera este juego. No son sólo las barras bravas. Todos tenemos el deber de hacer un autoexamen de conciencia, seguramente encontraremos muchas oportunidades de mejorar.
Es fácil señalar a los demás, lo difícil es responsabilizarse de la cuota propia, porque esto va más allá de lo que imponga la ley y de las medidas que tomen los clubes y las autoridades para hacer cumplir lo ya legislado. La lista de derechos es interminable y las instituciones están en la obligación de velar por ellos. Tenemos derecho a disfrutar del fútbol, como de cualquier espectáculo, en paz; el Estado debe garantizarlo. Pero es hora de establecer la lista de deberes. Lo de la individualización es asunto de todos. Pongámonos la mano en el corazón. El cambio comienza por cada uno. Los románticos soñamos con que algún día el fútbol pueda ser ese escenario en el cual la sociedad colombiana pueda observar que la reconciliación, la tolerancia y el respeto a las diferencias son posibles. Pero depende de todos lograrlo.
