Este fin de semana comenzará el primer reto oficial de esta selección Colombia de mayores.
La Copa América, así lo quieran negar, es uno de los dos campeonatos que debe afrontar este equipo, y, junto a la eliminatoria, son esos los partidos que hay que ganar y los resultados que hay que mostrar. Pero para ganar en el fútbol, como en la vida, hay que tener vocación ofensiva.
Este equipo, que cuenta con una gran nómina, quizá la mejor desde aquella generación de los noventa, lo ha tenido todo. Más de un año de proceso con su cuerpo técnico donde se han jugado partidos con rivales importantes. Jugadores en las mejores ligas del mundo, con un presente ganador y un futuro alentador. Un entorno favorable alejado de regionalismos y peleas insulsas que en nada tienen que ver con el fútbol. Y, lo más importante, un grupo unido que está convencido de sus objetivos.
Ahora, no nos podemos meter mentiras, a ocho días del comienzo de la copa, el mismo entrenador reconoce que al equipo todavía le falta. Los partidos recientes frente a México Sub-20 y Senegal suplente, así lo demuestran. A Colombia todavía le cuesta cuando tiene que proponer. Tener el balón es un requisito para atacar, pero después viene lo más importante, qué hacer con la pelota en los pies.
De los tres partidos de la primera fase, el equipo nacional tendrá que salir a proponer en dos. Frente a Costa Rica y Bolivia. Es ahí donde Colombia debe ser menos ansioso, divertirse más, pensar con vocación ofensiva es olvidar por un rato las obligaciones defensivas y de retorno cuando se pierda el balón, no para ser desordenado, no. Para soltarse, porque cuando Colombia tiene que atacar es un equipo amarrado, y aún no ha entendido que una buena manera de causarle problemas al rival, de embolatarlo, también es ofendiéndolo, creándole problemas.
Cuando a un equipo se le nota la vocación ofensiva, está metiendo miedo. Y cuando mete miedo, obliga al rival a tomar recaudos, y de paso, éste empieza a equivocarse. Pero tener la pelota en el campo del rival, sin saber qué hacer con ella, intentando de manera atropellada hacer daño, con ganas pero con desespero, eso no es vocación ofensiva.
La vocación ofensiva debe fluir, ser natural, salir como les salen las canciones a los compositores, como a los pintores les fluyen sus obras. Y para eso se necesita que el equipo se libere de tensiones generadas por otras obligaciones tácticas. Sólo así los artistas van a poder mostrar sus mejores dotes y brindarnos de nuevo una gran satisfacción.