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Antonio Casale
21 de julio de 2014 - 03:00 a. m.
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Aún con la resaca de la fiesta mundialista, fuimos testigos el fin de semana que terminó del inicio de la Liga Postobón para el segundo semestre. Aquí algunas claves para disfrutarlo sin morir en el intento.

Olvídese del Mundial. Sé que no es fácil, pero fue una fiesta de esas tan difíciles de igualar que lo mejor es ponerla con mucho cuidado en el baúl de los recuerdos y sacarla de ahí dentro de unos seis meses. Por ahora es importante sacar, como sea, el tema del Mundial de cualquier conversación.

Evite comparaciones. Es inútil pretender que el nivel sea el mismo, que las fantasías de James, Schürrle y Robben se repitan en el torneo local con la misma frecuencia. Sencillamente son dos eventos tan diferentes que hacer parangones entre uno y otro solamente puede traer decepciones. La Liga local es la comida casera de cada día, incomparablemente deliciosa, así no sea de etiqueta. El Mundial significó lo mismo que unas buenas vacaciones en un gran lugar, en los mejores restaurantes.

Rescate lo bueno de la rutina. Habrá fútbol todas las semanas, el sistema del torneo permite soñar con que el equipo de sus amores goce de muchas oportunidades para pelear por la entrada a las finales durante varios meses, y cada victoria será una oportunidad de vivir con buen humor el difícil regreso a labores de cada lunes. En el peor de los casos, cada derrota también será la oportunidad de una charla con sus amigos y eso nunca será poca cosa.

Por último, recuerde que cuando se trata de su equipo colombiano favorito, estamos hablando del primer amor, el único que no tiene final, el que no tiene cura. No importa el lugar en la tabla, el estado de la grama de su estadio ni los poco llamativos nombres de sus jugadores. Es amor puro y verdadero y no se puede traicionar. A pesar de todo, el corazón nunca late tan fuerte como cuando el equipo de uno marca un gol.

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