Ha sido un semestre muy duro para la mayoría de los colombianos. Pareciera que la vida cada día aprieta un poco más. Por eso el fútbol, que de vez en cuando entrega alegrías, nos pone a celebrar como lo hacemos.
A un segundo plano pasarán lo táctico y lo estratégico, Millonarios le ganó la final a Nacional y punto final.
Aunque lo logró desde el punto penal, el merecimiento es absoluto. Es el premio al equipo que buscó más y respetó el juego desde el pitazo inicial hasta el final de la película. Y no es que defenderse sea lo mismo que jugar mal, es que una cosa es defenderse y otra olvidarse de que el fin último del fútbol es atacar. En tiempos modernos se ve feo eso de quemar tiempo. Aún así pudo haber ganado Nacional porque, a fin de cuentas, reconoció a Millonarios superior pero no invencible, tal vez por eso intentó aguantar como fuera.
Pero volviendo a Millonarios, este título deja varias enseñanzas. Es la culminación de un proceso que lleva cuatro años y medio, que comenzó con la escogencia de un entrenador que conociera la institución y se ciñera a un derrotero marcado por los dueños. Gasto mesurado, formación de jugadores, juego propositivo, paciencia (mucha paciencia) y sacrificio son algunos de los valores que se propuso expresar Millonarios.
Pero entre todos esos valores me quiero detener en la paciencia. En tiempos en que los resultados se exigen de manera casi que inmediata tanto en el fútbol como en la vida, Millonarios, como institución, apostó por ella, esa virtud tan difícil de aprender e importante de entender. No nos digamos mentiras: salvo los directivos, todos perdimos la paciencia en algún momento de este viaje. Ahora ya hay dos estrellas conquistadas contra los rivales más importantes del azul.
El título de liga se demoró en llegar, es verdad; pero en los últimos tres años el equipo siempre peleó en la parte alta de la tabla y eso es algo que los hinchas menores de 40 años nunca habían visto. Ya era hora de corroborar lo que sus papás y abuelos les contaban sobre una historia que ya parecía lejana y difícil de repetir.
Pero esto no para acá. Todo gran logro exige una gran responsabilidad. Lo primero es concretar la continuidad de Gamero lo antes posible y si no es posible, tener dos o tres nombres que vayan en la misma línea. Lo segundo es tratar de mantener la base del equipo, cosa difícil, porque hay varios al borde del retiro y los jóvenes se van cada vez más rápido. Lo tercero es subir un poco el presupuesto con el fin de armar un equipo que pueda pelear para meterse en rondas importantes de la Conmebol Libertadores.
Para todo eso, Millonarios tiene un crédito muy grande y el voto de confianza entre sus hinchas. A esto le faltaba un título de Liga y se logró. Ahora Millonarios es oficialmente, como en los viejos tiempos, una institución modelo del fútbol colombiano. Ahora Millonarios es de nuevo el equipo embajador.
