El cuento bastardo de la polarización

En los últimos años, ha hecho carrera la argumentación según la cual hay una polarización nunca vista en Colombia y, desde el punto de vista de algunos analistas, es peligrosa, ya que aumenta los niveles de agresividad en el debate político. Sin embargo, al analizar las raíces de esa supuesta polarización, se podría decir que es un cuento chimbo. Tres son las razones.

Por un lado, se dice que hay una radicalización de izquierda y otra de derecha. Pero, al hacer una investigación sencilla, se concluye que los que se han radicalizado o se han quitado la careta son de la extrema derecha. Si hacemos un ejercicio comparativo con la izquierda, se podría decir que los movimientos políticos actuales que se declaran de izquierda, incluido el petrismo, se parecen muy poco a esa vieja izquierda de los años 60 y 70 del siglo XX. Esos movimientos de hace décadas invadieron predios, no creían en la propiedad privada ni la religión y querían abolir el sistema democrático. Hoy día, por el contrario, a la izquierda que participa en procesos electorales no se le pasa por la cabeza acabar la democracia o la propiedad privada. De hecho, al analizar el programa de Gustavo Petro, él propone implementar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, con los cuales Colombia se comprometió. En cambio, lo que ha sucedido es que la extrema derecha, la cual siempre se camufló en los partidos tradicionales, ahora se quitó la máscara y se ha mostrado. Eso da la apariencia de una polarización, pero la que se ha radicalizado es la derecha.

En segundo lugar, la famosa polarización entre la paz y la guerra, entre la justicia transicional y los que defienden que esa justicia debería acabarse, es la polarización más engañosa. La explicación es sencilla: hay un grupo de personas que participaron en el conflicto armado o que se beneficiaron de él, ellos se quedaron con tierra despojada a campesinos y participaron en hechos de conflicto. Estos sectores le temen a la justicia, le temen la verdad o a regresar la tierra con la que se quedaron. Entonces, fondean todo lo que hable mal, se oponga a la JEP y garantice que la van a destruir. Por ello es que el uribismo dice que la JEP trae impunidad, pero por debajo de la mesa apoyaron que la JEP no juzgara expresidentes, que no juzgara “terceros”, es decir, políticos y empresarios que se beneficiaron de la guerra. Ahora, el proyecto de referendo del uribismo pretende excluir a los militares de la JEP, pero mantenerles los beneficios jurídicos. Es decir, una JEP solo para las Farc.

Así que el problema no es de paz y guerra o impunidad y no impunidad, eso es para engañar a despistados; el tema de fondo es de intereses particulares. Hay un sector de la sociedad que le tiene pánico a la verdad y a regresar la tierra que se robaron, ellos están dispuestos a todo para sabotear la JEP, están hasta dispuestos a entrampar y crear una estrategia de desprestigio.

En tercer lugar, el cuento de la polarización explica la estrategia de un sector de las élites tradicionales, nacionales y regionales, las cuales sienten que van a perder el poder en la próxima década. Hay un cambio generacional, al menos, en 2022 y 2026, los presidentes serán puestos por un censo electoral bastante joven, la esperanza de cambio es grande. Además, los resultados de las elecciones de 2018 y 2019 los asustaron. Por ello, están desesperados aprobando un cuestionado código electoral, también explica por qué no aprobaron una reforma política. Las élites tradicionales tienen miedo y están dispuestas a todo para no perder el poder. Su estrategia es estigmatizar y acusar de izquierda y amenaza populista a todo aquello que los amenace. De hecho, este desespero explica las reuniones de Uribe, Dilian Francisca Toro y los Char. Explica la alianza entre los Char y los Cotes, explica la alianza entre los Gnecco y los viejos clanes de La Guajira. Explica, en fin, que los más corruptos, clientelistas y tradicionales vayan a ir juntos a las elecciones del 2022.

En los últimos años, ha hecho carrera la argumentación según la cual hay una polarización nunca vista en Colombia y, desde el punto de vista de algunos analistas, es peligrosa, ya que aumenta los niveles de agresividad en el debate político. Sin embargo, al analizar las raíces de esa supuesta polarización, se podría decir que es un cuento chimbo. Tres son las razones.

Por un lado, se dice que hay una radicalización de izquierda y otra de derecha. Pero, al hacer una investigación sencilla, se concluye que los que se han radicalizado o se han quitado la careta son de la extrema derecha. Si hacemos un ejercicio comparativo con la izquierda, se podría decir que los movimientos políticos actuales que se declaran de izquierda, incluido el petrismo, se parecen muy poco a esa vieja izquierda de los años 60 y 70 del siglo XX. Esos movimientos de hace décadas invadieron predios, no creían en la propiedad privada ni la religión y querían abolir el sistema democrático. Hoy día, por el contrario, a la izquierda que participa en procesos electorales no se le pasa por la cabeza acabar la democracia o la propiedad privada. De hecho, al analizar el programa de Gustavo Petro, él propone implementar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, con los cuales Colombia se comprometió. En cambio, lo que ha sucedido es que la extrema derecha, la cual siempre se camufló en los partidos tradicionales, ahora se quitó la máscara y se ha mostrado. Eso da la apariencia de una polarización, pero la que se ha radicalizado es la derecha.

En segundo lugar, la famosa polarización entre la paz y la guerra, entre la justicia transicional y los que defienden que esa justicia debería acabarse, es la polarización más engañosa. La explicación es sencilla: hay un grupo de personas que participaron en el conflicto armado o que se beneficiaron de él, ellos se quedaron con tierra despojada a campesinos y participaron en hechos de conflicto. Estos sectores le temen a la justicia, le temen la verdad o a regresar la tierra con la que se quedaron. Entonces, fondean todo lo que hable mal, se oponga a la JEP y garantice que la van a destruir. Por ello es que el uribismo dice que la JEP trae impunidad, pero por debajo de la mesa apoyaron que la JEP no juzgara expresidentes, que no juzgara “terceros”, es decir, políticos y empresarios que se beneficiaron de la guerra. Ahora, el proyecto de referendo del uribismo pretende excluir a los militares de la JEP, pero mantenerles los beneficios jurídicos. Es decir, una JEP solo para las Farc.

Así que el problema no es de paz y guerra o impunidad y no impunidad, eso es para engañar a despistados; el tema de fondo es de intereses particulares. Hay un sector de la sociedad que le tiene pánico a la verdad y a regresar la tierra que se robaron, ellos están dispuestos a todo para sabotear la JEP, están hasta dispuestos a entrampar y crear una estrategia de desprestigio.

En tercer lugar, el cuento de la polarización explica la estrategia de un sector de las élites tradicionales, nacionales y regionales, las cuales sienten que van a perder el poder en la próxima década. Hay un cambio generacional, al menos, en 2022 y 2026, los presidentes serán puestos por un censo electoral bastante joven, la esperanza de cambio es grande. Además, los resultados de las elecciones de 2018 y 2019 los asustaron. Por ello, están desesperados aprobando un cuestionado código electoral, también explica por qué no aprobaron una reforma política. Las élites tradicionales tienen miedo y están dispuestas a todo para no perder el poder. Su estrategia es estigmatizar y acusar de izquierda y amenaza populista a todo aquello que los amenace. De hecho, este desespero explica las reuniones de Uribe, Dilian Francisca Toro y los Char. Explica la alianza entre los Char y los Cotes, explica la alianza entre los Gnecco y los viejos clanes de La Guajira. Explica, en fin, que los más corruptos, clientelistas y tradicionales vayan a ir juntos a las elecciones del 2022.