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La estúpida idea de reducir el Congreso de la República

Ariel Ávila

05 de agosto de 2021 - 12:00 a. m.

Hay ideas que pueden sonar bien, que parecen atractivas o llamativas pero son un verdadero peligro y, sobre todo, propuestas nefastas. Una de ellas ha hecho carrera en los últimos tiempos. Tiene que ver con la idea de reducir el Congreso de la República. Los argumentos que se utilizan para promover esto son tres. Por un lado, reducir los senadores o congresistas acortaría los tiempos legislativos, es decir, haría más rápidos los trámites en el Congreso. Esto no es así, pero es algo que dicen sus defensores. Para ellos, se hará más eficiente el trámite legislativo. En segundo lugar, se dice que esto ahorraría plata y lo denominan austeridad pública. Incluso, algunos dicen que esa plata se podría invertir en temas sociales, lo cual hace más llamativa la propuesta. Por último, dicen que combatiría la corrupción, tampoco es claro por qué, pero sus defensores así lo manifiestan.

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Una propuesta como esta parece taquillera, populista y popular; sobre todo ahora que el país rechaza a la clase política, parece muy loable. Pero de fondo esta propuesta oculta uno de los más grandes riesgos para la democracia. Reducir el Congreso es abrirle la puerta a un autoritarismo en el país. El sueño de cualquier gobierno autoritario es mermar el Congreso o acabarlo y, así, gobernar sin límites. Por ejemplo, cuando Chávez llegó al poder en Venezuela y con la nueva Constitución, lo primero que hizo fue acabar la bicameralidad, es decir, el Senado y la Cámara de Diputados. Con el cuento de ahorrar plata, de corrupción acabó el Senado y dejó solo la Cámara de Diputados. Obviamente, el resultado fue que el legislativo o Asamblea Nacional era un órgano mucho más manipulable y fácil de controlar por el gobierno de turno.

Otro buen ejemplo de esto fue lo que ocurrió hace un par de meses en Colombia. Ante la inminencia de la moción de censura contra el ministro de Defensa, Diego Molano, el Gobierno activó la estrategia de protección y gobernabilidad. Así, entre viernes y domingo logró, a cambio de ministerios y puestos burocráticos, desactivar la moción de censura. Efectivamente, Cambio Radical y el Partido Conservador lograron varios altos cargos. Por ejemplo, Cambio Radical se quedó con los ministerios de Comercio y Deporte. Si eso lo logró Duque en un escenario donde hay casi 300 congresistas entre senadores y representantes a la Cámara, imagínense cómo sería si solo existieran 100 o 150. Los habría “comprado” en medio día.

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Además, en un escenario de reducción del Congreso no llegarían los mejores políticos, sino los que más dinero gasten y paguen. Incluso, en dicho escenario podría darse una lógica en la cual la oposición quede, literalmente, borrada. Así las cosas, una propuesta de estas suena bien, parece agradable, taquillera, genera apoyos y aplausos, pero es terriblemente peligrosa, antidemocrática y dañina para una sociedad como la colombiana.

Reducir el Congreso es abrirle el camino a un autoritarismo en Colombia. Además, el problema no es el Congreso sino los congresistas corruptos. De hecho, el problema no son los congresistas corruptos sino la ciudadanía que siempre vota por ellos. Los que eligen bandidos para que nos gobiernen son los mismos ciudadanos, nadie más lo hace.

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