El desespero ha llevado a que surjan una serie de propuestas peligrosas en un país convulsionado políticamente. La derecha, tanto la centroderecha como la derecha radical representada por el uribismo, está en una verdadera crisis que llevará al partido de gobierno, el Centro Democrático, a perder casi la mitad de sus senadores para las elecciones del 2022, al igual que a Cambio Radical, y el Partido de la U prácticamente va a desaparecer. Solo el Pacto Histórico y la Coalición de la Esperanza podrán incrementar el número de senadores de forma significativa.
Ante el desespero de las élites tradicionales, el declive del gobierno de Iván Duque y la catástrofe electoral que vivirán estos sectores en 2022, han surgido varias propuestas. La primera, que murió antes de nacer, fue la famosa intención de alargar el periodo presidencial. La segunda es dar el voto a militares, con el propósito de favorecer a la ultraderecha. Estos sectores tienen la teoría de que esos votos irán, sin problema, al uribismo. Sobre esa propuesta hay tres cuestionamientos muy delicados.
El primero es en materia de seguridad. Las Fuerzas Militares y en general la Fuerza Pública han desarrollado, durante décadas, la doctrina del enemigo interno, es decir que el enemigo de ellos, del sistema, está en la sociedad. Con esa doctrina desarrollaron el combate a las guerrillas y a los movimientos subversivos. Dicha teoría pone en condición de enemigo o agente peligroso todo aquello que critique el sistema y que cuestione el statu quo. Por ende, una propuesta democrática con un modelo de sociedad diferente a la existente puede ser considerada como un potencial peligro. Si a eso se le suma una radicalización por el proceso electoral, sería una combinación potencialmente peligrosa y violenta.
El segundo tema complejo es que la Fuerza Pública, al votar, se convierte en juez y parte. En todo el país son los militares y policías quienes vigilan los puestos de votación, trasladan las bolsas llenas de votos de estos puestos a las registradurías en los diferentes municipios, custodian por días los centros de conteo de votos, en fin, son como los guardianes. Al darles la capacidad de voto, los riesgos de manipulación son sustancialmente altos. No está bien ser juez y parte. En tercer lugar, una propuesta de estas es lo que podría denominarse legislar en causa propia, sería solo para beneficiar a un sector político y un partido. Los riesgos son apenas visibles.
Solo en la medida en que se abandone la doctrina del enemigo interno, que no se considere al que piense diferente como un potencial enemigo y que el sistema electoral tenga mejores controles se podría pensar en una posibilidad del voto militar. Por el momento es una mala idea, muy riesgosa y que se hace como cálculo electoral para un sector que se desploma, envuelto en múltiples escándalos políticos, judiciales y de corrupción. Nada bueno saldrá de una propuesta de estas. Es igual de peligrosa a la de relajar las reglas para el porte de armas.