En las democracias la función central de las propuestas programáticas de las campañas políticas es establecer por escrito los planes y compromisos de acción de los candidatos para que el electorado pueda decidir, con base en la información disponible, por quién votar y luego exigir rendición de cuentas sobre lo prometido.
En política internacional los principales contendores para la Presidencia se dividen entre los que no tienen propuestas, los que las han desarrollado como parte integral de su plan de gobierno y los que las tienen pero poco elaboradas. Entre los primeros están Juan Manuel Santos, quien a pesar de puntear en las encuestas aún no ha presentado su programa de gobierno en tema alguno, y Germán Vargas Lleras, quien aunque cuenta con propuestas programáticas para 21 temas diferentes, sorprendentemente no tiene ninguna para las relaciones exteriores de Colombia.
Los segundos incluyen a Rafael Pardo y Sergio Fajardo, quien al convertirse en fórmula vicepresidencial del Partido Verde le heredará su propuesta programática en el tema a Antanas Mockus. Las dos campañas coinciden no sólo en afirmar que la política exterior de Colombia va mal sino en muchas de sus propuestas para mejorarla. Entre los problemas identificados cabe destacar: el alineamiento excesivo con Estados Unidos; el fracaso de la “guerra contra las drogas”; la crisis diplomática con los vecinos; la falta de una política de desarrollo y seguridad fronteriza; la pérdida de liderazgo en los foros multilaterales; la ruptura de la larga tradición colombiana de respeto al Derecho Internacional; la militarización de la política internacional; el manejo clientelista del servicio exterior; la desinstitucionalización de la Cancillería; las tensiones con la sociedad civil nacional e internacional, sobre todo las ONG de Derechos Humanos; y la falta de una política comprehensiva frente a los colombianos en el exterior.
Con el fin de superar esta situación, tanto Pardo como Fajardo-Mockus proponen crear una política exterior de Estado con una serie de objetivos comunes: diversificar la política internacional del país, priorizando las relaciones con la región (sobre todo los países vecinos) y equilibrando la relación con Estados Unidos; liderar una evaluación sobre la política antidrogas; fortalecer el Ministerio de Relaciones Exteriores y acabar con el “clientelismo diplomático”; reafirmar el apego irrestricto a las reglas de juego internacionales; reforzar la diplomacia multilateral, y crear una política proactiva (y no defensiva) sobre los Derechos Humanos en cooperación con la sociedad civil.
Finalmente, aunque la campaña de Gustavo Petro también es crítica de la política exterior y comparte implícitamente muchos de los planteamientos de Pardo y Fajardo-Mockus —sobre todo en drogas y relaciones con América Latina—, la escasa elaboración de su programa dificulta reseñar y evaluarlo. Por su parte, y a pesar de que hace mención de la despolitización del servicio exterior, la reafirmación del liderazgo colombiano y la diversificación internacional, en la escueta propuesta de Noemí Sanín lo que más llama la atención es su aparente complacencia con la conducción actual de la política exterior. Al proponer relanzar el Plan Colombia, hacer una “gran alianza” con Estados Unidos y desplegar una diplomacia liderada por la presidenta, su campaña, al menos sobre el papel, promete “más de lo mismo”.