En días pasados se conocieron varias noticias que causaron alarma entre los analistas de la sostenibilidad fiscal del país. Se trata de la salida, más o menos simultánea, del director del comité autónomo de la regla fiscal, Carf, y del director de política macroeconómica del Ministerio de Hacienda; dos economistas de un gran nivel académico que cumplieron sus responsabilidades en forma independiente y brillante, en medio de una compleja coyuntura. Como si esto fuera poco, en el curso de este año se han retirado algunos economistas experimentados en ambas instituciones.
En cuanto a la renuncia de Andrés Velasco a la dirección del Carf, en primer lugar, debemos aplaudir su destacadísimo desempeño, en especial, el haberle dado a esa entidad, en poco tiempo, un lugar central entre las instituciones económicas del país. Bajo el liderazgo de Velasco, el Carf se convirtió en un obligado punto de referencia para el examen de la situación fiscal por parte de la academia, las calificadoras de riesgo y los analistas del mercado. Un eventual deterioro de la calidad de los pronunciamientos y, en general, del trabajo del Carf, a causa de una selección subóptima de su nuevo director, sería una peligrosa pérdida, en un momento en que se vislumbran numerosos riesgos sobre el cumplimiento de la regla fiscal.
También va a ser muy delicada la decisión de reemplazar a Daniel Osorio en la dirección macro del Ministerio de Hacienda. Por varias circunstancias, quien tome su lugar será, de facto –como lo fue Osorio– el economista principal, el chief economist, del Ministerio de Hacienda. En oportunidades anteriores, esta responsabilidad recaía en el viceministro técnico, un cargo que en la actualidad lo desempeña una persona inteligente, con muy buena preparación académica, pero cuya sólida formación como economista no se concentró en los asuntos fiscales y macroeconómicos; eso sí, por su reconocida inteligencia y su capacidad de asimilación en algunos meses, la viceministra hará los aportes que requiere su cargo. El nuevo director macro, por lo tanto, debe tener experiencia, preparación y capacidad para liderar a un grupo sofisticado de economistas; debe, además, ser un interlocutor con credibilidad y respeto frente a los mercados y los analistas.
Por otra parte, esta es la oportunidad para resolver algunos problemas del Carf que dificultan la vinculación de sus economistas. La remuneración de su personal, incluida la de su director, depende del Ministerio de Hacienda, se realiza por medio de contratos de prestación de servicios y está afectada por demoras burocráticas y serias limitaciones que le restan competitividad y atractivo a quienes trabajan en esa institución. Es necesaria una reforma que le dé autonomía al Carf, que corte su dependencia financiera del Ministerio de Hacienda y que mejore sustancialmente las condiciones laborales de sus profesionales. Si esto no se hace, existe el riesgo de que, en el futuro, un gobierno incómodo con los pronunciamientos del Carf decida silenciarlo mediante la asfixia financiera. Por fortuna, esta no fue la causa de la salida de Velasco y otros profesionales de esta institución.
Para preservar la sostenibilidad fiscal y la estabilidad económica del país, debe cuidarse y fortalecerse la tecnocracia del Carf y el viceministerio técnico de Hacienda.