Los países de América Latina están presos, por lo menos desde el fin del pasado ciclo de precios elevados de las materias primas, en una trampa de bajo crecimiento económico y alta desigualdad. Y, además, como resultado de la pandemia, esos dos males se han agravado en forma notable. Estos son algunos de los principales mensajes del Reporte de Desarrollo Humano del PNUD de 2021, un estudio dirigido por Marcela Meléndez, economista jefe de ese organismo.
La trampa de alta desigualdad y bajo crecimiento se origina, según el PNUD, en tres factores: la concentración de poder económico y político, altísimos niveles de violencia y un defectuoso diseño de los sistemas de protección social y regulación del mercado laboral.
En cuanto al primer factor, la alta concentración del mercado en unas cuantas empresas resulta, por ejemplo, en amplios márgenes de ganancia, escasa competencia y numerosas exenciones y favores tributarios, elementos que obviamente acentúan la desigualdad. Dicha concentración, como no favorece la entrada de nuevas firmas, impide la competencia y la innovación, lo cual explica el bajo o negativo aumento de la productividad, la principal razón del lento crecimiento económico de la región.
Aunque América Latina tiene solo el 9 % de la población mundial, en su territorio se comete una tercera parte de todos los asesinatos del planeta, delitos que cada vez más están relacionados con la presencia del crimen organizado. La violencia golpea especialmente a los más pobres y desprotegidos, y por esta vía agrava la desigualdad económica y social. Por su parte, la enorme violencia desincentiva la inversión, destruye el capital físico y humano, e impide el aumento de la productividad y el crecimiento económico.
Los sistemas de protección social y las normas laborales de América Latina no contribuyen a mejorar la distribución del ingreso; por el contrario, en algunos casos, la empeoran. Sin lugar a dudas, son factores que contribuyen a la baja productividad y al lento crecimiento económico. La fragmentación de los sistemas de salud y pensiones así como las distintas normas sobre el salario mínimo arrojan a la informalidad a la mayoría de la población. Para compensar algunos de los impactos negativos de estas políticas, se han creado desordenadamente mecanismos de auxilio a los más pobres que, además de insuficientes, se convierten en estímulos adicionales a la informalidad y a la menor productividad.
El valioso reporte del PNUD hace un llamado de atención sobre los riesgos que corren los países de América Latina al estar atrapados en una situación de alta desigualdad y lento crecimiento, hechos que generan desempleo, pobreza, malestar, inconformidad y alientan las protestas sociales. Una situación que, además, por la escasa tributación de los grupos de altos ingresos, impide que sus gobiernos dispongan de los recursos necesarios para atender las necesidades más sentidas de sus ciudadanos.
El mayor aporte del estudio del PNUD consiste en arrojar luz sobre las causas profundas de la trampa en que ha caído la región. Es un llamado urgente para reformar los elementos enquistados en sus instituciones y su organización económica y social que facilitan la reproducción de la concentración del poder, la persistencia de la violencia y los defectuosos sistemas de protección social.