A pesar de las obvias diferencias entre sus mensajes y trayectorias, Jair Bolsonaro y Andrés Manuel López Obrador (AMLO) exhiben notables semejanzas y sorprendentes simetrías en sus discursos políticos. Ambos también suscitan temores sobre el futuro de la democracia y los derechos humanos en sus países.
Bolsonaro y AMLO llegan al poder impulsados por los mismos problemas: la enorme corrupción de los últimos años, la inseguridad y el altísimo nivel de violencia y criminalidad que han atemorizado y desmoralizado a los ciudadanos. Ambos recibieron el apoyo masivo de grandes grupos sociales, incluidos los de bajos y medios ingresos, evangélicos y gentes de diversas orientaciones políticas.
En México, la inveterada corrupción del PRI batió todos los récords con Peña Nieto; afectó la propia Presidencia e invadió a las Gobernaciones, las Alcaldías y diversos rincones del aparato político. Por su parte, la impotencia de la justicia y la policía para lidiar con la violencia desbordada, en buena parte relacionada con el narcotráfico, convenció a las mayorías mexicanas de que debía ensayarse algo diferente. Frente a estos hechos, AMLO se constituyó en una alternativa independiente, puso de presente su propia pulcritud y divulgó vagas promesas de un nuevo enfoque para enfrentar el crimen.
Las investigaciones de Lava Jato en Brasil revelaron la magnitud de la corrupción del PT, el partido de Lula, hoy en la cárcel, un hecho que motivó a millones de votantes indignados, muchos de ellos de los más pobres, a optar por Bolsonaro. Esto se reforzó con sus irresponsables promesas de pena de muerte y cadena perpetua para los responsables del delito y la inseguridad, ante los cuales los últimos gobiernos se mostraron impotentes.
También existen importantes diferencias entre ellos. AMLO se proyecta como un caudillo mesiánico de izquierda, convencido de que es el iluminado heredero de Juárez y Cárdenas, destinado a redimir a los desposeídos de su país. Bolsonaro, también populista, es el altisonante vocero de un hirsuto mensaje de derecha, una especie de híbrido entre Trump y Duterte, atractivo, por ahora, para quienes anhelan un modelo autoritario para su país. Mientras que AMLO defiende el medio ambiente y las medidas para combatir el cambio climático, Bolsonaro anuncia la explotación de la Amazonia y otras iniciativas semejantes.
No son pocos los temores que suscitan estos personajes. Bolsonaro, por medio de estridentes diatribas, ha amenazado a las minorías, periodistas y opositores con un evidente desprecio por la ley y los derechos humanos. AMLO ha descalificado a periodistas y opositores, pero ha sido más prudente en estas materias. Numerosos analistas, sin embargo, han señalado que, como López Obrador cuenta con amplias mayorías en el Congreso y tiene la capacidad para influir en la composición de las cortes de justicia, podría imponer su voluntad sobre el Estado y desestabilizar el equilibrio de poderes y las instituciones democráticas. Bolsonaro, en cambio, no tiene una bancada mayoritaria y enfrenta a una justicia independiente que seguramente ejercerá su obligación de impedir los posibles excesos de la Presidencia.
Por la influencia que tradicionalmente han tenido más allá de sus fronteras, lo que ocurra en Brasil y México en los próximos años seguramente tendrá hondas repercusiones en nuestros países.