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El planteamiento básico del ecomarxismo, o marxismo ambientalista, cuyas ideas se escuchan en nuestro medio, consiste en que la causa fundamental del cambio climático es el capitalismo, un sistema que “explota al ser humano y saquea la naturaleza”. Sus partidarios, por lo tanto, predican que para salvar el planeta es indispensable erradicar el capitalismo e implantar una forma de comunismo que impida el crecimiento o, mejor, que asegure el decrecimiento (este objetivo, según ellos, no excluye la prosperidad y la mejoría de la calidad de la vida de la gente).
Esta es la tesis, entre otros, del filósofo marxista japonés Kohei Saito, quien, además, dice que están llamadas a fracasar las iniciativas que tratan de conciliar la descarbonización con el crecimiento económico en medio del capitalismo. Considera inútiles las propuestas de crecimiento verde, el llamado Green New Deal y los acuerdos de París. A pesar de que en varios países se ha probado que, gracias al uso de tecnologías limpias y cambios regulatorios, las economías pueden crecer y al mismo tiempo reducir las emisiones de carbono, el autor insiste en que este “desacoplamiento” no es posible o es demasiado lento. La solución, en su opinión, es desbancar el capitalismo y dejar de crecer.
Para darle sustento a sus tesis, Saito tiene que renegar de las ideas del Manifiesto Comunista y El Capital, en las cuales Marx celebra el desarrollo de las fuerzas productivas, basadas en el progreso tecnológico y la revolución industrial, y que se reflejaron en la expansión de las economías capitalistas de Estados Unidos y varios países europeos. De acuerdo con los ecomarxistas, ese Marx, amigo del crecimiento, apoyaba la destrucción del planeta por medio del calentamiento global.
Para salir de este hueco ideológico, Saito rescata algunos escritos tardíos de Marx, fragmentarios y ambiguos, en los cuales este pensador aparece como un ambientalista moderno, partidario de una especie de comunismo anarquista, diferente al socialismo que, en su nombre, en el siglo XX, impulsó el desarrollo acelerado en China y la Unión Soviética con altísimos costos ambientales y humanos.
Las tesis de Saito son inaplicables, especialmente en los países pobres. Sus reflexiones se basan en la realidad de sociedades desarrolladas como la suya, donde los pensadores radicales predican formas de redistribución y participación comunitaria. El autor admite que los países pobres deben impulsar el crecimiento para superar sus problemas sociales y económicos (pág. 85). En cambio, nuestros ecomarxistas criollos, campeones del decrecimiento, buscan la reducción acelerada de la producción de importantes sectores de la economía.
Para acabar con el capitalismo, Saito no propone la violencia, la dictadura del proletariado ni la nacionalización de los medios de producción. Predica la difusión pacífica de esquemas comunitarios, descentralizados, sin ninguna autoridad; aboga por la autogestión y cogestión de los medios de producción, siempre por fuera del mercado. Sueña con la generalización de los pagos en especie, la reducción del uso del dinero y que la gente se libere “de la presión permanente del deber de trabajar”. Se trata de la utopía de un paraíso, cuya búsqueda puede agigantar la pobreza y el atraso.
KoheiSaito (2025) Slow Down, Cómo el decrecimiento puede salvar el planeta. Bogotá, PenguinRandom House.
