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Delirio, malestar y tristeza

Armando Montenegro

10 de junio de 2023 - 09:00 p. m.

Mauricio García Villegas acaba de publicar un extraordinario libro que nos ayuda a comprender las causas del estancamiento, el desorden y, en general, las desgracias de América Latina. El autor se concentra en el desborde de lo que denomina las “emociones tristes” –la desconfianza, la envidia, el resentimiento y los delirios–, las cuales provocan una “vida afligida, apocada”, que en el ámbito político llena de conflictos, desorden e inestabilidad a nuestras sociedades, elementos que, según reconocidos académicos, entorpecen el desarrollo y el progreso económico.

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Con algunas precauciones, el autor extiende el discutido concepto de la identidad de un país –los rasgos y características dominantes de su cultura, sus emociones y su comportamiento– al conjunto de América Latina. Con esta base, pasa a describir las consecuencias políticas de las emociones tristes de los latinoamericanos.

García Villegas señala que una de las emociones políticas dominantes es el delirio, es decir, la tendencia de dirigentes y pensadores a vivir, en contra de la evidencia, en una falsa realidad, en un mundo inventado por sus fantasías y construido por esquemas teóricos. Nos dice que la tendencia al delirio la heredamos del barroco español, entre otros del Quijote, de manera que nuestros políticos con frecuencia se sumergen en universos soñados, pelean contra molinos de viento y gigantes imaginados, en busca de evasivos e ilusorios paraísos terrenales. Además del mal gobierno, otras de las consecuencias de la utopía delirante, de la izquierda y la derecha, son el dogmatismo, el sectarismo y el irrespeto de sus opositores.

En este tema, García coincide con Carlos Granés, quien en su brillante Delirio americano hace un enciclopédico repaso de esta enfermedad de la política latinoamericana, desde José Martí hasta Fidel Castro.

Ambos autores ponen como ejemplo del delirio político el discurso de Gustavo Petro, quien, sin pudor alguno, manifiesta que Colombia, en medio de violencia e inseguridad crecientes, se convierte en una potencia mundial de la vida y, además, se proclama como portador de una política del amor (un sentimiento ausente de sus vitriólicas peroratas y sus trinos).

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Los líderes delirantes no gobiernan para solucionar los problemas de todos los días, sino para habitar sus ensueños y combatir a los fantasmas de sus delusiones. Por eso, dichos gobernantes, de derecha e izquierda, desdeñan la disciplina de la administración eficaz, las evidencias de la ciencia e, incluso, las del sentido común, y, claro, son incapaces de cambiar la realidad que aflige a los latinoamericanos. Por eso seguimos en las mismas.

¿Qué hacer? García Villegas coincide con otros autores en que es necesario fortalecer las precarias instituciones de América Latina. Insiste en que… “se necesita un Estado fuerte en el sentido de tener capacidad y legitimidad para proteger los derechos”, e impedir los efectos nocivos del desbordamiento de las emociones tristes. Plantea que nuestros dirigentes deben ser menos Quijotes, más Sanchos, aterrizados, plantados en la realidad, concentrados en la solución de problemas cotidianos, de la mano de la experiencia, los expertos y las mejores prácticas, alejados de la obstinada lucha contra enemigos irreales.

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Mauricio García Villegas (2023), El malestar del viejo mundo. Bogotá, Ariel, Editorial Planeta.

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