El año nuevo será intenso. De entrada, hay dos fechas clave: el 10 y el 20 de enero, alrededor de las cuales se precipitarán importantes acontecimientos.
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Nicolás Maduro termina su mandato el 10 de enero. Y el dictador planea posesionarse ese mismo día para un nuevo período presidencial, con base en los resultados tramposos de la elección que se robó el pasado 28 de julio. Por su parte, el ganador indiscutible de esos comicios, Edmundo González, ha señalado su intención de regresar a su país y asumir también ese mismo día la primera magistratura del país.
¿Cuál de los dos alcanzará su cometido? Maduro y Diosdado Cabello, quienes controlan al ejército y las brutales fuerzas de seguridad han asegurado que, si llega a Venezuela, detendrán a González y así, contra viento y marea, se mantendrán en el poder, prolongando la dictadura y el sufrimiento de su pueblo. Es posible que consigan sus propósitos. Mientras cuenten con el respaldo del ejército y de su sanguinario aparato represivo será difícil que prime la voluntad popular.
Pero no quedarán impunes. Los abusos contra González y María Corina Machado expondrán ante el mundo toda la dimensión de la ilegalidad y la brutalidad del régimen chavista. Y, a la luz de las nuevas circunstancias, desatarán una renovada ola de sanciones y recriminaciones de los principales países del mundo.
Por esta razón, la fecha del 20 de enero es relevante. Ese día se posesionará Donald Trump como presidente de Estados Unidos, quien ha anunciado una dura política contra Maduro. Si el dictador se mantiene en el poder, a punta de una nueva serie de crímenes y arbitrariedades, Trump encabezará una nueva ofensiva contra su régimen con el apoyo de varios países europeos y buena parte de los gobiernos democráticos de América Latina.
Entre los regímenes de izquierda de esta región, Gabriel Boric ha dejado claro que rechaza el fraude, la dictadura bolivariana y su persecución a la oposición. Así mismo, Lula, interpretando el enorme rechazo de los brasileños al régimen de Maduro, se ha distanciado definitivamente de su gobierno. ¿Y Petro?
A pesar de que en las encuestas Maduro es el personaje con peor registro en la opinión pública colombiana, el presidente, al parecer, está vacilante ante la perspectiva de reconocer o repudiar, como debiera, la dictadura venezolana. Es posible que sus inclinaciones ideológicas cercanas al chavismo y al populismo bolivariano estén en conflicto con los intereses del pueblo colombiano y las convicciones democráticas de sus mayorías. Sin embargo, el mandatario no tiene más remedio que tomar una decisión, la cual acabará de definirlo frente a los colombianos y al resto del mundo. Será una determinación que, naturalmente, tendrá consecuencias políticas importantes. Si, por ejemplo, apoya a Maduro –de acuerdo con las recomendaciones y excusas de los mandaderos criollos de Rodríguez Zapatero, quien, según Carlos Granés, no es más que el papel higiénico de Maduro–, Petro descubrirá y acentuará su faceta más radical, se alejará de los sectores democráticos que todavía lo apoyan y les dará la espalda a los gobiernos democráticos del mundo.
Es muy posible, entonces, que después del Año Nuevo haya algunos reacomodamientos políticos y diplomáticos, nacionales e internacionales, inducidos por las decisiones de presidente frente a la dictadura chavista.