En muchos aspectos no pueden ser más distintos. Uno, billonario en dólares; el otro, un modesto millonario en pesos. El gringo, líder la derecha radical, aliado de los mayores potentados del planeta; el colombiano, conductor de una extraña amalgama de izquierdistas, populistas y clientelistas corruptos. Mientras que Trump, con una larga vida de negociante, llegó tarde a la lucha electoral, Petro, durante décadas, no ha hecho sino política. Los distingue también que Trump es abstemio (causó sorpresa, por ello, que Petro le hubiera sugerido al magnate conversar alrededor de un whisky). Sin embargo, ambos personajes también exhiben notables semejanzas.
Los dos muestran cierto desprecio por las instituciones y la separación de poderes. Trump ha emitido decenas de órdenes ejecutivas —decretos— que exceden sus facultades y han sido cuestionadas en las cortes. Al igual que el billonario norteamericano, Petro acaba de negarse a cumplir una orden judicial y, con frecuencia, insiste en que las decisiones del Congreso y de los jueces bloquean la voluntad del pueblo.
Los dos personajes han desafiado en forma violenta las instituciones. El joven Petro hizo parte de una organización guerrillera, sin haber tenido mayor jerarquía en el grupo rebelde. Trump instigó desde la propia presidencia una sangrienta insurrección contra el Congreso en la cual hubo muertos y heridos. Ambos escaparon a la justicia. Petro gracias a una amnistía, Trump por la inmunidad que le brinda la presidencia de su país.
Ambos atacan con violencia verbal a sus oponentes y críticos. Trump se refiere a Biden como corrupto, lo sindica de ser el peor gobernante de la historia y se mofa de su edad y su competencia física y mental. Petro acusa a sus oponentes de oligarcas, asesinos, esclavistas y codiciosos.
Los dos tienen posturas parecidas respecto del aborto y los derechos de la mujer en materia de salud sexual y reproductiva. Trump, acusado de asalto y violaciones, conduce un partido histérico y agresivamente opuesto a la interrupción voluntaria del embarazo. Petro protege a sus colaboradores que han ejercido violencia contra la mujer; como candidato mantuvo la bandera de “aborto cero” y, en el Gobierno, ha sostenido una actitud ambigua frente al tema.
Muchos observadores insisten en que los dos mandatarios comparten algunas características sicológicas preocupantes: exhiben notables rasgos narcisistas, delirios de grandeza, agigantamiento de la importancia de sí mismos, ciertos patrones paranoicos y también delirios de persecución y ánimo de victimización. Trump, con frecuencia, menosprecia a sus antecesores y se compara solo con Washington y Lincoln. Petro lo hace con Bolívar y confunde su movimiento político con la gesta libertadora, al tiempo que manifiesta anhelos de martirio (“túmbeme, presidente...”; “me matarás, pero sobreviviré en mi pueblo”, le escribió a Trump el 26 de enero) para subir a los altares de la izquierda, al lado de Allende y el Che.
Ambos son impulsivos, improvisadores, erráticos e impredecibles; desprecian a los técnicos, los científicos y a quienes toman decisiones basadas en la reflexión, la experiencia y el conocimiento. Trump se empeña en debilitar las universidades; Petro desprecia la ciencia y la tecnología. De ahí la zozobra y la incertidumbre en que sumen a sus países.