En 2024 Colombia importó de China bienes por un valor de USD 15.936 millones y le exportó apenas USD 2.377 millones. El déficit comercial con ese país fue, por lo tanto, de USD 13.559 millones. Si no sufriera este enorme desequilibrio con el gigante asiático, el país tendría un superávit comercial con el resto del mundo (en ese año el déficit comercial total de Colombia fue de USD 10.881 millones).
Lo peor, sin embargo, es que nuestro déficit comercial con China ha venido creciendo a lo largo del tiempo. Cada año exportamos menos e importamos más de ese país. En 2012, el desbalance era de USD 6.479 millones; en 2020 ya llegaba a USD 7.648 millones y este año seguramente rondará los USD 15.000 millones.
De China importamos productos sofisticados, varios de tecnología de punta; entre ellos, los teléfonos inteligentes, computadores, motos, carros eléctricos, equipos diversos y bienes industriales. Y nuestras escasas y declinantes exportaciones a ese país se concentran en unos pocos bienes de carácter primario. El 80 % está constituido por productos del petróleo y la minería, como hullas, aceites y ferroníquel. Y menos del 20 % de estas ventas está compuesto por unos pocos productos de la industria y la agricultura.
Un déficit de esta naturaleza amerita una reflexión profunda sobre la estructura productiva de la economía colombiana y sus políticas de comercio exterior. Refleja claramente la pobreza de la capacidad exportadora del país y, sobre todo, el gran atraso tecnológico y la falta de innovación de la producción nacional, que sigue de espaldas al mundo moderno. Adicionalmente, revela la incapacidad de los gobiernos y las agencias de promoción del comercio, cuya misión, al menos en el papel, consiste en llevar los productos colombianos a otros países.
Ante esta situación, Colombia, cuanto antes, debe emprender varias acciones para aumentar sus exportaciones a China y otros países.
El primer paso, en el corto plazo, es abandonar la estúpida política de extinguir la producción petrolera y minera, que hoy proporciona la mayoría de nuestras ventas al resto del mundo.
El país debe realizar en forma urgente, con el apoyo de nuevos agregados comerciales, capacitados y expertos, situados en varias ciudades de China, un esfuerzo por promover exportaciones no tradicionales de alto valor, en la agricultura y la minería, llegando a nichos clave del consumo chino.
Colombia debe convocar al gobierno de China para entablar negociaciones bilaterales orientadas a mejorar nuestro acceso al mercado de ese país. Se deben examinar las normas, permisos, problemas logísticos y aranceles que afectan el comercio. En aquellas áreas donde exista un potencial probado, se deben negociar y firmar tratados comerciales sectoriales que mejoren el acceso de Colombia.
Se deben estudiar las condiciones e incentivos locales que permitirían que se construyan plantas de ensamblaje de productos chinos en Colombia (teléfonos, paneles solares y otros) para atender las necesidades de consumo de nuestro país y de los de la región latinoamericana.
Colombia no puede seguir postergando el desarrollo de una ambiciosa política de innovación y modernización de su atrasada estructura productiva, reflejada dramáticamente en la limitada y declinante canasta de productos que se exportan a China y a la mayoría de nuestros socios comerciales.