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Encanto y desencanto

Armando Montenegro

04 de septiembre de 2022 - 12:30 a. m.

Santa Teresa dijo que más lágrimas se derraman en el mundo por las plegarias atendidas que por las ignoradas. En la vida real, no es raro que cuando algunas personas encuentran, por fin, lo que han buscado con anhelo, ilusión y esperanza, terminen llenas de frustración y desencanto.

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En la política electoral este pensamiento se aplica a la decepción de millones de personas que, en los últimos años, con gran ilusión y entusiasmo, apoyaron proyectos de cambio y redención social, y votaron con fervor por alternativas que prometían una rápida y segura salida de la pobreza, la exclusión y la desigualdad de sus países.

Las estadísticas muestran que varios de los nuevos gobernantes de América Latina, los mismos que hace poco fueron vitoreados en las calles y ungidos como salvadores de sus pueblos, padecen hoy bajísimas cifras de favorabilidad, malos resultados económicos, graves problemas sociales y, en muchos casos, un creciente rechazo de las mismas personas que hace sólo unos meses, delirantes, los aclamaban como redentores de injusticias seculares.

La frustración se deriva de que, con frecuencia, los populistas venden quimeras, utopías y paraísos terrenales a la vuelta de la esquina. Prometen la rápida eliminación de la miseria y la injusticia; el castigo de los corruptos y el aumento del empleo, el ingreso y el crecimiento económico. Y, claro, nada de esto aparece mágicamente con los nuevos gobiernos.

Al tiempo que los votantes ilusionados esperan el anhelado paraíso terrenal, las nuevas administraciones, muchas de ellas inexpertas, se estrellan contra duras realidades económicas y enfrentan la enorme dificultad de llevar a la práctica sus promesas. Con frecuencia, además, cometen graves errores y permiten que los grupos más radicales se apoderen de sus agendas y con ideas disparatadas atemoricen a las mayorías moderadas. Y como todo sigue más o menos igual o incluso peor, rápidamente surge el rechazo a quienes pocos meses antes parecían ungidos como salvadores del pueblo.

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Los hechos son tozudos. En Argentina, la desfavorabilidad de Alberto Fernández bordea el 70 %, la inflación supera esa misma cifra y todos los días aumenta la pobreza. Pedro Castillo, sin capacidad alguna para gobernar y con serias acusaciones de corrupción, es rechazado por más del 70 % de los peruanos y se espera su destitución en los próximos meses. La desaprobación de Gabriel Boric supera el 50 % y el gran proyecto de su grupo político, la nueva Constitución, seguramente será rechazada en el día de hoy y cargará con el peso de este fracaso durante el resto de su mandato.

La redacción del proyecto de la nueva Constitución chilena encarna todo lo que no se debe hacer. La reconocida desmesura fiscal y el exceso de reglamentaciones que persiguen objetivos contradictorios e inalcanzables son solo algunos de sus problemas. El texto está salpicado de la utopía y la irresponsabilidad de grupos radicales. El rechazo al texto constitucional no es una negativa a la solución de los problemas sociales, sino a una manera irresponsable de abordar las reformas que requiere ese país.

En fin, son los líderes que convierten a la política en el arte de vender lo imposible (distinto al arte de lo posible) los que frustran las aspiraciones de millones de personas y así validan la máxima de la santa de Ávila sobre las plegarias desatendidas.

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