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La conferencia del nobel en Bogotá

Armando Montenegro
11 de septiembre de 2022 - 05:30 a. m.

El tema de la conferencia del pasado martes del premio nobel de Economía Michael Kremer fue una nueva evaluación de Paces, un programa de becas dirigido a aumentar la bajísima cobertura de educación secundaria, que fue lanzado en el país en los primeros años de los 90 y que hacía parte de un conjunto de iniciativas de política social como el Sisbén, el aumento de las participaciones fiscales de municipios y departamentos, los subsidios pensionales a los ancianos, los subsidios cruzados en las tarifas de servicios públicos y el nuevo sistema de salud, entre otras.

En los últimos 20 años, Paces ha sido objeto de varios artículos profesionales publicados en las revistas especializadas más destacadas del mundo académico. El atractivo de Paces para los investigadores, además de su diseño y sus resultados, consiste en que en Colombia existen datos que permiten hacer un seguimiento de los beneficiados (y no beneficiados) a lo largo de su vida. Por ejemplo, hay información detallada de quiénes terminaron el bachillerato, de los que entraron y completaron su educación terciaria y, bien importante, cuáles han sido sus ingresos en el trabajo. Con estas y otras estadísticas, los expertos comparan el desempeño de los beneficiarios de Paces (con el de quienes no lo fueron).

Los nuevos resultados de Kremer y sus coautores confirman, una vez más, el poder de la educación para transformar la vida de las personas. Quienes se beneficiaron de Paces, especialmente los que se vincularon a programas vocacionales, lograron tasas más altas de terminación de la secundaria, un mayor acceso y mejores resultados en la terciaria, e ingresos más altos en su vida laboral. Pero no solo eso. Ascendieron en mayor medida a la clase media y registraron un mayor nivel de consumo de tarjetas de crédito y adquisición de vehículos. Las mujeres de Paces tuvieron menores embarazos en su adolescencia y los beneficiados demandaron menos subsidios estatales por pobreza.

Sin embargo, al tiempo que confirman los enormes beneficios sociales del programa, Kremer y sus coautores no discuten un interrogante que confunde a la mayoría de los interesados en la educación: ¿por qué, si era tan potente y efectivo para mejorar la vida de los muchachos más pobres de Colombia, Paces fue cancelado en la segunda mitad de los 90? Al respecto, solo hay una explicación posible. La muerte de Paces fue el resultado del compromiso político del controvertido gobierno del llamado Salto Social con Fecode, una organización que consideraba que el programa, al involucrar a colegios privados, era lesivo para sus estrechos intereses sindicales.

Con excepción de los colegios en concesión del alcalde Enrique Peñalosa y el programa Ser Pilo Paga (cuya evaluación rigurosa no ha concluido todavía), desde hace tiempo no se ensayan propuestas ambiciosas que apunten a mejorar la pésima y, al parecer, declinante calidad de la educación en el país. Existe expectativa, por lo tanto, sobre las iniciativas que emprenderá este Gobierno, en cabeza del prestigioso ministro de Educación, un estudioso de la movilidad social en el país. Un Gobierno de izquierda, verdaderamente comprometido con la equidad, no puede dejar de realizar un gran esfuerzo por mejorar la muy deficiente educación que reciben los millones de colombianos de menores ingresos.

 

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